Al día siguiente, dese temprano Evelyn me entusiasma con la idea de aprender a hacer milcaos y chapaleles para el curanto que prepararemos entre todos. De pronto, al menos cuatro del grupo me envían mensajes con mas fotografías que han tomado la tarde de ayer y durante esta misma mañana con sus celulares, me dicen, pensando en que deben haber registros también del entorno donde viven y no solo del paseo a la isla realizado. Paisajes con diferentes climas, flores del lugar, nuevas capturas de aves en árboles o directamente en vuelo, y algunas imágenes de puestas de sol o de la playa también. Mientras, Don Gabe me invita a ayudarle a cosechar algunas de sus papas para lo que prepararemos, Carlos se queda con los que han llegado después de enviar sus imágenes, imprimiendo varias nuevas para que luego sean parte de la edición final para nuestro impreso.
La casa termina paralelamente siendo un taller de impresión y edición fotográfica, y un espacio culinario de preparación de milcaos y chapaleles, pan amasado y pebre, remojo de cholgas, culengues y almejas, y del trozado de chancho ahumado y pollo; todo para el curanto que ya comienza a prepararse unos metros mas allá con el fuego que otros han encendido al mismo tiempo. Aunque por viajes y otras experiencias en el sur de chile con Carlos ya habíamos visto -más de lejos si- y comido curanto, jamás habíamos participado en la preparación de uno en cada detalle.
El grupo, al igual que en las experiencias a los que nosotros los hemos invitado, nos involucran en los tapados rápidos que deben hacerse con pangues, hojas de repollo y champa, mientras se van colocando todos los elementos por capas velozmente. De pronto, y aunque el curanto verdadero y tradicional solo es tapado por estos elementos naturales, Don Gabe -autonombrado con toda facultad “El Técnico del Curanto”- me comenta que faltará el nylon, porque ayuda muchísimo para que el vapor quede adentro y se agilice la espera del cocimiento de todo. Como en el territorio la idea siempre es reciclar y re utilizar todo lo posible –por un lado para evitar generar más basura y por otro por que no existen lugares adonde ir rápidamente a comprar algo- ocupamos el mismo nylon que ya habíamos utilizado para el laboratorio de papel, corriendo en ese mismo momento, rápido a la casa en busca de él.
Durante la espera de una hora del curanto tapado y que estuviera listo para comer, hablamos a raíz del uso del nylon, cómo han cambiado de a poco las tradiciones, y de cómo muchas cosas de la vida moderna -como le llamamos- si bien aportan facilidades, muchas veces quitan magia e historia. Comiendo y disfrutando entre todos de esta experiencia, pensamos en la importancia del cruce de conocimientos a través de justamente el experimentar, el aprender haciendo y lo increíble que seria que mucho de lo que hemos hecho aquí, se enseñara a través de la misma experiencia como un saber elemental desde los primeros años de enseñanza transversalmente. La maravilla que comimos y el ambiente que se creó después: indescriptible e inolvidable.