Estamos casi en la mitad del camino trazado aquí en Isla Lemuy, este lugar de embrujo y encanto que nos tiene totalmente maravillados. Su gente, su paisaje, sus costumbres, todo nos asombra para lo bueno y para lo malo. Si bien no todo es color de rosa, los días aquí pasan como en un cuento. Nos rodea el Trauco, el Imbunche, las salmoneras. Quisiéramos toparnos con el Caleuche, pero de momento, sólo se nos presenta el capital fluyendo entre boyas de plástico. El Millalobos seguro se está quejando; la invasión es demasiado.
Sigo en búsqueda de voces que me relaten su parecer. De momento Don Erasmo, Doña Carmen, Don Froilán me han dado la mano, también Don Alex, la señora Gladys y Gloria, Don Segundo y Don Tito; éste último en las profundidades del mar la noche que nos aventuramos en su búsqueda, cuando nos subimos Bárbara, Matías y yo a pescar incertezas en medio de la noche. Alta mar entre cardúmenes brillantes de pejerreyes saltadores, sonidos guturales y corrales de salmones.