Esta semana nos fuimos de navegación. Fuimos Matías, Luis, Ester y yo.
Desde que llevaba un par de semanas tejiendo, realizando entrevistas y grabando los paisajes de esta isla, que tengo ganas de hacer una escena en el mar. La llevo pensando día a día, soñándola incluso, y por fin ésta se ha hecho realidad.
Para ello he elegido a la señora Ester, una de las artesanas que colabora y participa de esta obra. La he elegido porque creo que representa muchas cosas, especialmente el esfuerzo y trabajo de la mujer chilota.
La señora Ester nunca descansa. Es esa mujer que no tuvo opción ni derecho a la educación, esa mujer que le tocó vivir de casa en casa, hacerse cargo de su madre enferma, formar una familia, que enviudó y se hizo cargo sola de su campo. Una mujer que aprendió de mano de las “antiguas” el arte del tejido en lana y fibra, que conoció el hambre y la pobreza, el frío, y que, aun así, es una de las personas más alegres y cariñosas que he encontrado en esta isla. Una mujer que te da lo que no tiene.
Una mujer tan fuerte que acepta los desafíos de tejer canastos gigantes y de subirse a botes a navegar por el canal. Una mujer que ha pescado y remado toda su vida, que no teme al viento ni al sol ni al mar. Una mujer para ser imagen, a quien quiero y necesito hacer perdurar y qué mejor que navegando, que compartiendo en medio del mar.