Estaba anunciada la fonda escolar para el día siguiente. El ajetreo en la escuela era intenso. El patio interior era un hormigueo escenográfico para instalar las ramadas. Apoderados, estudiantes y vecinas intentaban resolver un crucigrama, donde cada objeto debía ocupar su lugar, antes del viernes en la noche.
Los adultos mayores también tuvieron lo suyo. El día jueves a las dos de la tarde se reunieron en la fiesta, pasamos agosto en Pichidegua centro, organizada por la municipalidad de la comuna.
Y en medio de estos jolgorios, ocurriría la primera reunión con los vecinos para presentar el proyecto de residencia. Organizamos una once en el comedor de la escuela a las ocho pm.
Teníamos curiosidad por la asistencia a la once. Enseguida que llegamos al comedor de la escuela empezamos a bajar sillas, a decidir donde iba esta mesa y aquella, dónde colocaríamos, el mapa en papel craft de la comunidad, la pitilla con los perritos de ropa, las impresiones del mapa de la localidad, para un ejercicio de mapeo colectivo, en fin, el té, las hallullas, la mantequilla y los bombones.
Otro pequeño crucigrama, que el pequeño Alexis, con sus nueve años, nos ayudó a resolver, organizando juntos el comienzo de la actividad. Poco a poco, se incorporan unos quince vecinos/as, de distintas edades. Las muchachas de servicio país también presentes.
Todo listo y empieza el ejercicio de mapeo. Cada vecino/a debía colocar en el trazado geográfico, tres lugares que le gustara, una historia y un oficio o actividad que fuera parte de ellos. Después debíamos colgar cada hoja en la pitilla de perritos de colores y comentar lo re-descubierto.
Sucedió como un disparo antes de la carrera. Una vez el estruendo, los vecinos curiosos reconocían su vida en un papel trazado. Iban brotando de los pequeños mapas, recuerdos, personajes, palabras, asombros. Fotografías aparecían cuidadosamente en las manos de la señora Teresa.
Sobre un papel craft en la pared, tratábamos de organizar las historias que fueron apareciendo. La propuesta de hacer un libro en conjunto fue aprobada y se sumó la idea de registrar relatos orales. Coordinamos fechas próximas de reuniones de trabajo y comenzar a pintar el muro de 80 metros de largo el sábado, si la lluvia no llegara.
Era San José de Marchigue y todos sus ausentes hablando en susurros. La once mapeo transcurrió sin tiempo. Todos nos descubrimos un poco más. Y cada uno regresó a casa caminando con la noche fría, junto con algunos allegados invisibles.