En una coyuntura en donde los mecanismos tradicionales de transmisión de conocimiento se han visto, desde hace ya varias décadas, progresivamente vulnerados como consecuencia lógica de modos de vida que se van transformando con el paso del tiempo, surge la pregunta por la vigencia, en el contexto actual, de expresiones culturales tradicionales de dichos modos de vida y en particular del canto a lo poeta.
Talleres, conciertos, seminarios, proyectos en escuelas han sido y son algunas de las acciones que la municipalidad de Paine, en conjunto con cultores locales, han llevado adelante para fomentar el conocimiento de la cultura tradicional local en la comuna.
Aun así el diagnóstico conjunto de los diversos agentes locales involucrados actualmente parece coincidir en la falta de información precisa que el común de la gente tiene respecto a lo que es en concreto el Canto a lo Poeta. Existe la percepción, por ejemplo, de una confusión de la figura del payador u otros cultores de raíz folclórica con el poeta o cantor a lo divino y no se comprende el papel ritual que éste último cumple, tratándoselo de enmarcar como el exponente de un espectáculo muchas veces de difícil digestión.
El canto a lo divino responde a una experiencia sonoro-musical de devoción religiosa que tiene sus orígenes en épocas pre-capitalistas y que, quizás por ello, no se ajusta a una concepción generalizada de la música dominada por los códigos de la industria musical.
Esta, entre otras, es una de las reflexiones que nos han llevado a discutir, en reuniones de trabajo con cultores o con el equipo del centro cultural, sobre cuáles son las acciones a seguir más adecuadas para poner en relieve el canto a lo poeta en la comuna de Paine.
Sin embargo, parece existir, en todo caso, consenso en torno a la necesidad de “educar” a la comunidad sobre lo que es el Canto a lo Poeta, cuáles son sus espacios de expresión y los elementos necesarios para una justa apreciación de su valor intrínseco.
Fotografía: Vigilia de la Virgen del Carmen. Aculeo. 16 Julio 2017
Fotógrafo: Claudio Martínez Valenzuela.