Este lunes nos volvimos a juntar con los chicos de la batucada a estampar en el Centro Cultural (ya es hábito), solo que esta vez fue distinto, pues nosotros estamos ya construyendo la obra gruesa para montar la exposición, así que fue un intercambio de saberes: ellos nos ayudaban a construir (varios trabajan en construcción y todos tienen nociones básicas por lo menos, acá en el valle todo te lo haces tú mismo) y nosotros los dejamos hacer todo solos y ayudar cuando fuese necesario.
Lo interesante de esto fue, primero, ver que los cabros ya son autónomos y manejan los principios básicos de la serigrafía, y segundo, ver cómo la horizontalidad es real y que nosotros vamos aprendiendo mientras ellos también aprenden y en realidad somos un todo, un solo grupo tratando de llegar a un punto. Con ellos se ha generado una conexión muy importante porque nos apoyamos. Ellos cuentan con nosotros y nosotros con ellos. Hemos aprendido de todo con el solo hecho de poder compartir: desde ir a pozas que nadie conoce en el sector hasta de plantas, de construcción, de música, en fin. Valoramos mucho que hayan abierto su corazón y creo que tiene que ver con que nosotros también lo abrimos con ellos. Ambos dejamos de pensar que uno quería algo del otro y todo comenzó a fluir, se dieron las confianzas.
Con la serigrafía pasa que es mucho mejor hacerlo entre amigos, que se da un ambiente de disfrutar, de relajo y risa. Eso ha pasado con esta instancia: escuchamos música, dibujamos, buscamos referentes y entre todos llegamos a lo que se quiere hacer. Encontramos amigos, compañeros y hermosas personas al conocerlos.