Después de esta última semana distribuyendo los ejemplares, difundiendo la web hecha y conociendo de manera más profunda la geografía, naturaleza e historia de la región de Chaitén, había que despedirse. Habiendo estado más de tres meses en la Península de Huequi, se vendría un cambio fuerte, y dejar al grupo con que habíamos estrechado tantos lazos no sería tarea fácil. Durante los últimos días recorrimos con Ítalo nuevamente todo el territorio para ahora entregar los ejemplares en cada negocio o almacén que existe allí. Fueron jornadas largas, pues en cada lugar al que llegamos se entablaba una conversación que de alguna forma terminó siendo una reflexión real y profunda de lo hecho, mucho más allá de las encuestas por llenar; y comenzaron a generarse más ideas de lo que podría detonar culturalmente en el futuro este mapa y sus contenidos. Entre las preparaciones para nuestra jornada de reflexión y despedida antes de partir, me invitan a la “botada de lancha” de Omar Portusé, vecino empresario de la península que había estado desde noviembre en la construcción de una nueva embarcación para el traslado de pasajeros entre caleta Poyo -la localidad más al norte- y Pichicolo, en los accesos tanto a Hornopirén como Puerto Montt. Durante horas, la gran lancha, pues la que hasta hoy se ocupa es pequeñísima y tarda más de dos horas en el viaje con no pocos mareos de por medio, es tirada por cuatro carretas de bueyes adelante hacia el mar, y a la vez, es empujada por una grúa por detrás para darle impulso. Los troncos rodillos bajo ella, van cada unos diez o quince minutos haciéndola rodar en un proceso lentísimo, hasta que se junta con la marea que sube. La botada de lancha me dicen, debe ser una de las tradiciones más importantes en el sur austral de Chile, y todos en la península hemos ido a acompañarla durante toda la tarde entre las actividades de cierre del proyecto.
Ordenar y asear la casa para su entrega, reorganizar los recursos que quedan para lograr el retorno, el cambio viene. Nos reunimos en la casa por última vez todos, en una comida sencilla intercambiamos ideas sobre la experiencia de estos meses; y rápidamente se reitera lo que les parece lo más importante de lo hecho: haberse dado cuenta y aprendido que así como se unen para miles de labores de campo como la botada de lancha, la esquirla, el curanto, etc., en cooperación amistad y buena energía, todo proyecto cultural es posible de realizarse si trabajamos juntos. Nuestra conclusión final es que el territorio, su geografía, sus maravillas naturales, su enorme riqueza en flora y fauna, son el contexto ideal para generar más cultura justamente a partir de ellos mimos como habitantes. ¿Quién podría diagnosticar, formular, generar y realizar mejor que ellos mismos como habitantes sabios de este lugar un proyecto cultural después de esta experiencia? Ya varios del grupo han empezado a crear un nuevo proyecto, pero me piden sea un secreto “hasta que esté más avanzado”.
Con todo nuevamente acuestas y como un verdadero cambio de caracol, me preparo para el retorno y pienso que si bien el desafío de la residencia era grande, se viene ahora lo más difícil: soltar, botar igual que la lancha, todo, y volver.