Antes de finalmente dejar atrás este hermoso valle, debemos agradecer una y mil veces la bondad y amor, la intensidad de emociones con las que nos llevamos este viaje es de las que ya no vamos a poder olvidar (y eso que tenemos hartos viajes en el cuerpo). El valle prometía intensidad, magnetismo, aventura y desafíos, todos nos hablaban de lo difícil que podría ser tratar de trabajar colaborativamente con un sector donde la mayoría se supone que aprecia la soledad y el aislamiento. Venir al valle es meterse entremedio de muchas grandes cosas, grandes como sus montañas y ricas como los minerales que las contienen. Nos decían que eran complicados, gruñones, conflictivos, tercos y ermitañas como las cabras que suben por los cerros. Nos decían que había que tener cuidado con los cahuines, que aquí era un verdadero calvario y que en cualquier momento nos subían al columpio, que la gente era apática y poco participativa. Que en materia de cultura aquí no había nada.
Y bueno la verdad es que todavía no conocemos ese valle, tal vez se equivocaron y nos dieron mal la dirección, pues donde nosotros llegamos fue a la tierra fértil, verde, amable y hospitalaria de Paihuano. Y como bien lo explica su nombre en su acepción quechua (guano de ave), esta es tierra de pura fertilidad, tierra de guano, un verdadero paraíso terrenal. Y su gente lo tiene claro, lo disfruta y lo valora más que nadie.
Maravilloso barrio de Chanchoquí, humilde, familiar, solidario, trappero, reggetonero, cumbiero, floreado y bondadoso. Hermosas aguas las que alimentan tu tierra rica, tu gente rica, talentosa, gente feliz de estar viva, gente que ama y vibra con el sol, con las montañas, con los frutales abundantes. Gente trabajadora, creativa, sabia, consciente, conectada con su realidad.
Agradecemos mil veces haber podido vivir con todos los aventureros que confiaron, crearon y vibraron con nuestras locuras. Agradecemos todo lo aprendido y pedimos disculpas por no poder entregar tanto como se merecen, pues la gente linda y buena siempre merece más. Lo dimos todo, pasó de todo, lo hicimos todo y más. Nos sorprendimos de nosotros mismos y de lo que los demás podían hacer ante nuestros ojos. Un ejemplo de organización, amor y sabiduría en cada paso que dieron. Un ejemplo de simpleza y humildad, esperamos algún día poder devolver toda la magia y el amor que han entregado en este proyecto, su proyecto.
Y bueno, a pesar de todo lo hermoso, nosotros no dejamos de analizar y masticar lo sucedido. Hay cosas que quedaron pendientes, hay cosas que mejorar y aprender para nuevas experiencias, como por ejemplo: la horizontalidad en un proceso así, la verdadera horizontalidad, es una de las grandes barreras y dificultades. A pesar de que hoy nos vamos con amigos y amigas para la vida, fue un tema difícil de tratar cuando llegas a un lugar y primero que nada tú representas la institucionalidad. Cuando llegas a un sector donde tener una profesión, cualquiera sea, te transforma en un tipo diferente. Cuando llegas y cuentas que tienes recursos, que una institución te respalda, que una institución te financia, creas una barrera que genera que no te vean como un igual. Es un proceso y también depende de que tan dispuesto está uno a llevarlo, el que finalmente comencemos a tratarnos de tú, comencemos a visitarnos en las casas, podamos compartir un asado, una cerveza y hablar de igual a igual.
También fue difícil la horizontalidad dentro de nuestro colectivo, pues a pesar de ser familia, de conocernos un montón, el hecho de que exista un alguien a cargo del proyecto generó en nuestro caso problemas y confusiones. Que uno se lleve el peso de cargar con los errores administrativos, con las solicitudes, con las firmas, los nombres, las responsabilidades en general, crearon dificultad para funcionar como colectivo. Y no tiene que ver con no delegar roles o responsabilidades, tiene que ver con ser el que está a cargo o no. Finalmente hay alguien que figura con la responsabilidad de todo y por lo tanto genera un desequilibrio en el resto del equipo.
Por otra parte, el tiempo de ejecución de la residencia, en relación al protocolo de trabajo, se hace demasiado estrecho. El vincularte, entregar y recibir confianzas, tiene un tiempo importante del trabajo y a la hora de empezar a trabajar en serio ya el proceso está terminando. Al menos esta vez nos pasó eso y por más que tratamos de estirarlo no se podía y la realidad superaba el papel.
A pesar de esto, y porque también lo visualizamos al principio, nosotros empezamos activamente, a pesar de estar en proceso de vinculación intentábamos siempre ser activos y tal vez por eso las cosas fueron funcionando casi al punto de superarnos. Hacia el final del proceso sentíamos que estábamos corriendo un triatlón y que a pesar de que sabíamos y estamos entrenados para no bajar la guardia, varias veces estuvimos al borde de tener que salir en camilla.
Fue intenso física y emocionalmente, demasiado… hoy analizamos y creemos que tendremos que pensarlo bien antes de volver a tomar un desafío así. Creo que nuestros niveles de stress estuvieron varias veces al borde de sobrepasarnos y tal vez por eso mismo, tal como cuando hemos traído al mundo a nuestros 2 hijos, pensamos que no seríamos capaces de una próxima carrera, de un próximo parto. Pero bueno, eso siempre decimos después de la carrera, apenas estemos compuestos de nuevo, veremos qué pensamos otra vez. La nostalgia de este formato de residencia es real y después de un tiempo todo ese cansancio se olvida y solo recordamos lo bueno. Gracias a la vida, a la madre y al padre que nos protegen y guían internamente en cada uno de nuestros caminos, gracias a la gente amiga, al equipo de trabajo entero a nivel nacional y regional, a los demás colectivos y artistas que compartimos experiencias al menos virtualmente… lo logramos, llegamos al final y más vivos que nunca.