Recibimos una invitación de parte de la Municipalidad de Paihuano para poner un stand en el día del adulto mayor que estaban organizando para el día viernes 20. Nosotros en un comienzo pensamos en decirles que no porque no podíamos ver la conexión entre nuestro trabajo y esta actividad, pero después hablamos con las vecinas que asisten a las sesiones de tejido y ellas estaban muy entusiasmadas con la idea de exponer parte de su trabajo en esta actividad. Ante esto no nos quedó más que apoyarlas y planificar qué se iba a exponer, cómo y porqué. No costó mucho ponernos de acuerdo ya que ellas son muy organizadas, y ese viernes muy temprano ya estábamos todos trabajando en habitar ese pequeño stand. Ellas se fabricaron decoración y todo para embellecer el lugar donde mostrarían su trabajo.
Nosotros no habíamos tomado el peso de lo importante que era para ellas que sus pares vieran su trabajo, pero cuando llegan en masa la gran mayoría de los adultos mayores de la comuna (eran cerca de 300) todo se convirtió en una gran fiesta. Nuestro stand era el más visitado porque la verdad no habían muchas más cosas que ver, los otros puestos eran de cajas de compensaciones y otras empresas que estaban haciendo ofertas para los mayores de Paihuano, pero nosotros éramos el único stand que presentaba estímulos visuales para disfrutar y compartir. Con la Camila teníamos un plan, queríamos aprovechar la visita masiva de adultos mayores para rescatar historias locales, entonces armamos un cartel que anunciaba la iniciativa, un micrófono y una grabadora para capturar esas posibles historias, pero había un factor que no habíamos contemplado: el viento. Justo cuando armamos el cartel y los elementos técnicos, se empezó a volar todo, junto a las señoras tuvimos que agarrar los cuadros y piezas textiles que empezaban a elevarse por el efecto del fuerte viento tan característico de Paihuano. Finalmente todos los adultos mayores presentes en el evento entraron al gimnasio techado para protegerse del viento y nos vimos obligados a guardar todos los trabajos antes que terminaran en la cima de algún cerro. Para las señoras que colaboran con el proyecto fue toda una experiencia y no podían más de felicidad por todo lo vivido, para ellas la misión estaba absolutamente cumplida, habían mostrado su trabajo y pasado un gran día en el contexto del día del adulto mayor, una verdadera fiesta. Para nosotros aún quedaba día porque habíamos quedado de juntarnos con el Ripio (Jorge, el líder de la batucada) para planificar nuestro primer paso en la idea de limpiar el sitio del río que conocimos como “Amazonas”, pero que ahora nos habían aclarado que era conocido por todos como “La poza de los pobres”, ese primer paso era asistir a la asamblea de la junta de vecinos del sector para plantearles la idea y llegar a una carta para que el Municipio nos autorizara hacer lo planeado.
Aquí nos llevamos la sorpresa más grande, pues nosotros teníamos grandes dudas de si este lugar era importante sólo para los chicos de la batucada o para los vecinos en general, tampoco sabíamos qué reacción podrían tener los demás vecinos y al parecer los integrantes de la batucada tampoco lo tenían tan claro, ya que se respiraba cierta tensión en el ambiente. Ellos estaban muy nerviosos y un poco esquivos a mostrar su idea a una asamblea de vecinos, pero sabían que era la forma en que teníamos que actuar para que nadie se sintiera pasado a llevar, sino por el contrario buscábamos que ojalá se hicieran parte del proyecto. Hasta que llegó nuestro momento de exponer la idea, llevábamos una carta formal que habíamos hecho explicando la idea y los fundamentos de ésta junto a fotos del triste presente del lugar.
Se generó un silencio muy grande cuando nos tocó exponer la idea y se veía mucho prejuicio de un lado hacía otro, los vecinos mirando con cierta displicencia y por otro lado los chicos de la batucada con una parada muy dura para no demostrar los nervios. El Ripio leyó la carta y al terminar de leerla se generó nuevamente un pequeño silencio que fue quebrado por una vecina levantando la mano y pidiendo la palabra (ahora toda la tensión se centraba en ella) quien dijo: “Vecinos, yo creo que lo que proponen estos jóvenes es un ejemplo de como tenemos que actuar, llevamos 25 años tratando de organizarnos para que nos limpien ese lugar y estos chicos han encontrado el camino que deberíamos haber tomado nosotros: pedir los permisos correspondientes ¡y limpiarlo nosotros mismos!, ¡no sé qué piensan los demás, pero cuenten conmigo!”… ahí pudimos respirar y se esbozaba una pequeña sonrisa en los jóvenes, luego todos los vecinos empezaron a pedir la palabra para agradecer la iniciativa y comprometer todo su apoyo, fue una sorpresa y nos llenamos de emoción todos. La junta de vecinos se comprometió a hacer una carta donde nos brindaban su apoyo como organización a colaborar en el despeje y limpieza del lugar, para luego ocupar las cañas para armar un espacio en el centro cultural de Paihuano que permita exhibir el trabajo realizado en la residencia. Nosotros no podíamos más de felicidad, ya que más allá de la colaboración puntual para este proceso sentíamos que se había generado por primera vez un vínculo entre dos organizaciones locales (la junta de vecinos de la Rinconada y la batucada Elkino Retumba) que a pesar de su distancia generacional, descubrieron que tenían un gran objetivo común: la colaboración vecinal para hacer de Paihuano un mejor lugar para ellos mismos, para sus habitantes.
Fue un momento muy emocionante para nosotros como residentes en un contexto que venimos recién conociendo y aprendiendo a leer una realidad desconocida, para los chicos de la batucada y para los vecinos, diría que fue casi catártico. Un momento de emoción, de derribar ideas preconcebidas que todos teníamos de los grupos que son distintos y que en apariencia no tenemos puntos de encuentro. Fue un ejemplo de auto-gestión, de re-apropiación y cooperación, una invitación a crear la realidad con nuestras propias cartas, un descubrimiento de cómo cada cuál tiene habilidades y poderes que conjuntamente se potencian y crean una fuerza que en ese momento parecía inextinguible.