Hoy comenzó la limpieza del frontis de nuestro Centro Cultural.
Don Silverio es el primero en llegar, puntual a las 14 horas a bordo de su bicicleta, vestido con un gorro que le cubre la cabeza y el cuello, polera de manga larga y herramientas, la vida le ha enseñado este tipo de labor y sabe perfectamente de qué se trata. Empieza rápidamente con un rastrillo a quitar el pasto seco que cubre la mayor parte de la superficie del jardín. Don Silverio trabaja rápido, en menos de una hora dos montañas de pasto seco nos dan cuenta de su esfuerzo y experticia. El vínculo de Don Silverio con el lugar es sólido, en su infancia, durante los años 60, fue estudiante de la Ex- Escuela Hogar. Nos cuenta que antes la Ex-Escuela Hogar albergaba jardines frondosos con varios árboles maduros y crecidos, el verde de la escuela se homogeneizaba con los bosques de alrededor, que existían previo a que las industrias se instalaran y bordaran de gris el contorno urbano. La sucesión de bosque era consistente con la vegetación en gradación desde el río, en aquel entonces caudaloso. Don Silverio, mientras habla, no para en ningún momento a descansar, insiste con sus herramientas en el terreno, le invade la motivación.
Un rato después llega Pamela con sus tres hijos (si, la misma Pamela de siempre). Los chicos son entusiastas, Claire, Jair y Álex toman sus herramientas y plantan un cuesco de palta, el que riegan, delimitan el terreno plantado con una lana rosada. Pamela también tiene experiencia en este tipo de trabajo, nota la sequedad de la tierra. En la mañana también lo había notado y la mojó con la ayuda de unas mangueras y retazos de tubos que quedaron del frustrado huerto anterior. Claire, Jair y Álex apoyan en la tarea, cavan una zanja que permite que el agua fluya hasta los árboles.
El sol pega fuerte y llega don Anselmo, lleva consigo sus 73 años, sus ganas de cambiar la imagen de la escuela hogar y un rastrillo. Don Anselmo tiene un problema en el pie, que le impide caminar con soltura, pero ello no le impide hacer su mayor esfuerzo.
La última en llegar es Adriana, mejor conocida por todos como la chola. Muy congestionada, un resfrío la tiene así desde el día anterior. Adriana se entrega al trabajo, lo suyo es el desmalezamiento. Junto con Don Anselmo trabajan quitando las plantas que quedan, mientras Don Silverio llega con un serrucho y unas tijeras de poda, para quitar las ramas secas de árboles y arbustos. La chola y Anselmo son del campamento 12 de Febrero, el inicio de toda esta historia, luego se trasladaron al lado del río y posteriormente a las Villas que se fueron sumando con los años.
El sol pega fuerte y Pamela saca de una bolsa negra unos helados que compró sin que nos diéramos cuenta, nos sentamos para tomar un descanso y conversar. Nos cuenta que la señora del negocio de la esquina, le guardaba botellas con agua en sus refrigeradores cuando antes trabajaban en el huerto, y que al llegar ese día le dijo: “En la mañana como la vi pasar con las herramientas le puse agüita a helar”, a esas alturas, todos agradecimos el gesto y no solo eso, si no que entendimos también que no hace falta más que un pequeño empujoncito para que se empiece a articular todo lo que está latente en el barrio. Es así como también nos llama la atención la gran participación de hombres (durante las asambleas anteriores la participación masculina había sido más bien exigua), y el interés que ha generado las labores de recuperación de los jardines.
Así la jornada se fue terminando, y acordamos volver a vernos el sábado próximo para continuar con la limpieza, la recuperación y resignificación del lugar.
Es el final de la cuarta semana en el territorio.
Un tercio de nuestra residencia ya queda atrás y, a pesar de ser tan breve el período y de tener tan poco tiempo para detenerse, cabe reflexionar sobre el término de esta primera etapa.
Hemos logrado entender (en una primera capa al menos), las lógicas de funcionamiento y las necesidades culturales (y otras también) de la comunidad, representados en aquellos que han acudido a nuestra convocatoria. Junto a ellos tomamos una decisión y tomamos el largo camino hacia la consecución de un lugar propio donde puedan poner sus sueños, sus esfuerzos y su visión de futuro.
No es menor el objetivo que nos hemos trazado y quedan solo 8 semanas para hacerlo andar, 8 semanas para dejarlo en sus manos, 8 semanas para inaugurar un espacio que, desde el vacío actual de sus salones, propone ser el continente de la fiesta popular que significa la cultura en todas sus disciplinas y formatos.
Por el camino nos encontramos con grandes personas, llamadas a alimentar el alma de este proyecto. A conformarla más bien. Contamos con su confianza, representada en la voluntad de acudir a nuestro llamado y la manera en que han creído en nuestra gestión. Contamos con sus ideas que, a través de la memoria, inspiran la fuerza fundamental de este proyecto. Finalmente, contamos con sus manos, que se han puesto al servicio del trabajo duro, y con su arte que se huele por todos los rincones y que sobrevive en ellos abriéndose caminos entre las piedras y las eternas dificultades de aquellos que no han sido favorecidos en esta vida.
Es muy probable que nos equivoquemos en el camino.
Es muy probable que hayamos cometido un par de errores, omisiones, pequeñas injusticias y una que otra negligencia involuntaria.
Ofrecemos nuestras excusas desde ya, por lo hecho y por todo lo que en el hacer no esté a la altura de las circunstancias. Pero queremos que sepan que nada de eso nace desde la voluntad. Nace simplemente desde el aprendizaje que junto a ustedes hacemos día a día y que hace parte fundamental de este acto de colaboración. Tenga la certeza que, en el camino, apenas descubramos que algo así sucedió, pondremos todas nuestras fuerzas en enmendarlo de inmediato y buscaremos seguir mejorando día a día.
Termina la cuarta semana y ya hemos visto el lucero en el azul del oriente.
Sabemos hacia dónde vamos, ahora hay que caminar.
¡Vamos a andar!