El desarrollo honesto de relaciones afectivas con los que habitamos La Montaña nos ha llevado a vivir un tiempo distinto a lo que pudimos haber vislumbrado, un tiempo distinto en su extensión (más largo), pero también distinto en su intensidad (mucho más fuerte).
Distintas concreciones de los procesos se vislumbran en estas semanas que vienen. Como vectores que se fugan en variadas direcciones, así cada una de estas instancias está transitando por las distintas capas de nuestra residencia.
Por una parte, las actividades junto a la comunidad, cuyo eje articulador son los encuentros de cada viernes, verán el sábado 18 la primera gran materialización en la pintura del paradero, con el diseño que se trabajó en varias sesiones entre todos. Luego, el 25, es el encuentro de las tradiciones, donde esperamos que podamos congregarnos todos a reconocer nuestra propia historia.
También comenzó la toma de retratos, donde hemos podido retratar a varias familias del modo en que estas lo desean, para luego, al final de la residencia, entregarles sus fotos enmarcadas.
Además, se trabajó el formato de la publicación final y su estructura, donde se ocupará un formato tipo atlas. Ya hay un par de láminas listas en cuanto a lo que irá en estas, y están los compromisos de distintos grupos de la comunidad para hacerse cargo de sus láminas.
Finalmente, junto al grupo de nietos de don Nato, definimos nuestra creación colectiva: sobre un mapa que hicieron, estamos yendo a todos los lugares que marcaron, registrando por medio de fotografías y tomando una representativa del lugar, la que es sacada nuevamente, pero esta vez con nuestros cuerpos de espaldas a la cámara. Estas imágenes se imprimirán en una hoja y luego se plegarán, para ser pegadas en donde corresponden en el mapa. Haremos varias copias.
Los afectos son los que nos hacen sentirnos parte de acá; esperamos mantenernos fieles a ellos, y nunca traicionarlos en pos de réditos personales.