Era una maraña de ideas, algunas excluyentes, otras caóticas, a ratos herméticas.
Propusimos trabajar con harina y agua. El desafío sería sostener las diferentes ideas que se ponen en juego, a la hora de desarrollar una creación colectiva:
mirar las ideas,
escuchar las ideas,
tocar las ideas,
amasar las ideas.
Cada uno debía inventarse un ingrediente, y que lograse estar representado de alguna manera en las figuras de la masa grupal. Las maneras de resolverlo fueron muy distintas, a algunos les resultó evidente: amasaron animales, aves, cerca con púas y un bosque, lo que dió como resultado una granja en el bosque. Pero a otros, el desafío se les presentaba cuesta arriba: “¿cómo es que lograremos integrar a un pulpo, una iglesia, una casa y un perro?”, no entendían si tenían que meter las tarjetas de sus ingredientes dentro de la masa, o qué. Una vez que dejamos al grupo a solas, comenzaron a discutir activamente sobre la manera en que resolverían este desafío. Una de las niñas tuvo una idea, y muy entusiasmada les propuso “¡cada una vaya tomando una cosa, y luego otra cosa, y luego otra; y así todas pasan por las diferentes cosas que están haciendo!”. Finalmente, este grupo presentó un pulpo, una iglesia, una casa y un perro; lo especial, era que las figuras habían sido amasadas y modeladas por todas las ideantes.
Bernardita