Llegamos a la casa de la señora Maritza y de la señora Angélica, dos de las hermanas Oyarzo Ayancán, quienes nos recibieron una vez más con mate para luego ir a su bosque de arrayán a buscar las varas para nuestro cerco. Ese día, una tarde de calor con un bello sol, conocimos a varias integrantes de la familia, y de hecho, nos internarnos en el bosque con dos de las hijas de la señora Maritza quienes nos acompañaron y trabajaron a nuestro lado. La intención, realizar todo el proceso para hacer un cerco, desde la selección y recolección de varas hasta tejer la madera por completo.
Para ello fuimos entonces en familia, cinco mujeres más el Seba, acompañadas además por una de sus perritas. Herramientas en mano nos internamos en el bosque y entre destellos de luz procedimos a hacer los cortes. Todo ello acompañado de enseñanzas para que nosotrxs y las niñas aprendiésemos. Enseñanzas sobre cómo cortar correctamente para no dañar el bosque, sobre la responsabilidad de lo mismo, sobre el cuidado de la naturaleza y el respeto por sus tiempos. Porque la naturaleza es sabia y por lo mismo, vuelve a renacer. Mientras usemos sólo lo necesario, obteniéndolo con respeto y con cariño, ella volverá a crecer. Saberes acompañados de recuerdos de infancia que las hermanas nos transmitieron. Aprendizajes compartidos que una vez más fueron traspasados generación en generación, como antaño, como siempre ha sido.