BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Cruzar el paso... Pargua - Calbuco, Los Lagos - 2018 Residente: Viviana Silva Flores
Publicado: 22 de noviembre de 2018
Empezando a urdir

Como comentaba en la bitácora anterior, a pesar del temporal, de la lluvia, el viento, el barro y el frío, ayer empezamos a tejer nuestro telar mapuche o witral con la junta de vecinas de Chayahué. Para ello, en la semana fui a recoger los telares que encargué y que entre todas compramos y, una vez allí, empezamos el trabajo.

La jornada fue larga. De 14:30 a 19:30 hrs. estuvimos en la sede, primero armando los telares para luego urdirlos. La maestra tejedora o düwekafe es la señora Florentina Maricahuín de Temblapulli, llamada por las vecinas desde ese día: “la profe”, quien ha aceptado compartir y transmitir todos sus conocimientos.

Como experiencia fue un bonito día de tejido. La textilería mapuche es parte del mundo femenino y el traspaso de su conocimiento es propio de las relaciones entre mujeres. En esta residencia que hemos formado tres comunidades de trabajo, este es el único grupo en que, de hecho, sólo somos mujeres socializando. En este primer día además, trabajamos de a dos, urdiendo en pareja cada telar, ayudándonos. Así, en una primera jornada urdimos cuatro y para el otro encuentro ayudaremos entre todas a urdir los cuatro que faltaron.

Fue así una tarde concentrada, de trabajo, de intercambio de conocimientos y de relaciones. También, de conversaciones y bromas. La señora Guillermina es muy graciosa y a cada rato “echaba tallas” que nos alegraban el rato. También con la profe nos molestamos harto, en el sentido de juguetear, hacer bromas y achucharnos. Pero no todo fue color de rosa. Además del frío y de la inasistencia de un par de compañeras que no pudieron llegar por los efectos del clima, sucedió que los telares con la urdimbre se nos descuadraron. Esto porque compramos unos telares que se pueden desarmar para transportarlos, por tanto, al no estar fijo el marco si no agarrados con pernos y mariposas, con la tensión de la lana y los movimientos del tejido, se nos fueron descuadrando. Con ello conocí el carácter de algunas de las chicas de Chayahué y recibí también bastantes reclamos. Es difícil a veces trabajar en grupo y, por más que uno intente asumir de manera más relajada los percances del camino, siempre hay algunas personas más irritables, así como otras que se ríen de la desgracia y que animan el camino.

La verdad es que los telares se mueven mucho y así no podemos seguir el trabajo. Por tanto, llamé a don Dago y va a arreglarlos. Él siempre es tan amable que da gusto trabajar de su lado. Además, tuvimos suerte. Justo hoy no tenía trabajo así que fuimos de inmediato a la sede para ver cómo solucionarlo. Así que bueno, más allá del percance y de algún otro que hubo esa tarde, el trabajo avanzó mucho y estamos felices con el resultado que va quedando. Los colores en gama de grises de lana de oveja los elegí yo, intentando trabajar con tonos más naturales y ligados a los conceptos de trabajo. “Las mujeres mapuche visten principalmente de negro, color que simboliza lo sagrado porque es la expresión de la amplitud del universo, de lo imposible de ser escrito…” (Millaleo, 2011). Pero el diseño es obra y magia de nuestra maestra tejedora. Yo sólo le pedí que no fuera un telar liso, de un solo tono aunque seamos principiantes, sino algo que tenga arte.

Y éste que estamos haciendo, tiene mucho, mucho arte.

« Ir a residencia