Hoy decidimos reunirnos con las mujeres con las que hemos trabajado durante el proceso de las performance y con quienes realizamos los encuentros periódicos de trabajo corporal. La idea fue conversar de la experiencia que hemos vivido en conjunto, tratando de traducir eso indecible que las performances hicieron emerger a palabras que den cuenta del proceso colaborativo y comunitario que se ha articulado en este tiempo. Nosotras tratamos de visibilizar la profundidad de las experiencias que habíamos vivido juntas, pero ellas dieron cuenta desde sus relatos personales de una relevancia que iba más allá de la experiencia de cada una de las performances.
Finalmente, instalar el dispositivo performático fue la apertura a la creación de una comunidad que yacía en la superficialidad de una cotidianeidad llena de prejuicios y distanciamientos, hacia la posibilidad de entablar relaciones profundas entre mujeres que poseen historias muy similares. La maternidad, la violencia, el prejuicio han sido experiencias comunes que no habían sido visibilizadas antes, y que pudimos ver en esta conversación, cómo quedó instalada en esta comunidad una red de apoyo entre mujeres que antes no existía y que ahora ellas valoran profundamente. Saber de la otra, sentir a la otra, acompañar a la otra, es algo nuevo y que ha transformado el modo de concebir la comunidad entre las mujeres de la isla. Todas son conscientes ahora de la relevancia del cuerpo como experiencia vital, performática y artística, y valoran a su vez la resignificación del espacio de las casas a través de la experiencia performática. De algún modo, para cada una es un resignificar la vida a través del lenguaje performático. Todas buscaron y guardan el sentido profundo de lo que aconteció en cada performance, y hoy, entre risas y largas conversaciones, compartimos la experiencia colectiva que ya echa raíces en esta isla.