Después de clases Willi y Leo nos guiaron al cerro que está justo frente a la escuela. Cruzamos la calle y entramos por los terrenos donde están las viñas. Caminando por ahí, entre unos árboles, comienza el sendero. Nos metimos entonces entre los árboles subiendo por una pendiente suave hasta llegar a un canal de riego que saltamos para seguir el camino. Hasta el momento estaba todo fresco y sombreado. Leandro nos decía que arriba estaba su roca, donde habían escrito las iniciales con el tío y su prima.
Después de pasar el canal y seguir subiendo un poco más el cerro, abrimos una de estas puertas de palos y alambre de púas para pasar a otro terreno, y seguimos subiendo, esta vez por una pendiente bastante importante y cansadora, seca, pedregosa y sin árboles que nos dieran sombra. Nos encontramos con unos caballos y potrillos, entonces paramos a mirar a qué altura íbamos – por ahí creo que llevábamos unos 20 minutos de caminata – Subimos unos 10 minutos más y llegamos a la roca de Leo. Ahí nos detuvimos. Se veía todo: la Escuela, la calle larga del Peumal hasta el sector de San Ramón, se veían los terrenos con sus diferentes texturas y colores. Se veían también las torres del sistema interconectado central que bajaban por las montañas y atravesaban los campos. Veíamos la cordillera, las montañas por las que hicimos la primera caminata, y el cerro Tutuca, ese que es plano en la cumbre. Descansamos ahí un rato, tomamos bastante agua y seguimos subiendo 30 minutos más para llegar a la cima del cerro, caminando entre espinos y pidiéndole permiso a los litres para pasar por su lado, y jugando con los boldos o árboles de las brujas, como lo llaman los niños de acá del Peumal, porque sacan las hojas y se las ponen en los dedos como si fueran uñas largas y puntiagudas.
La cima del cerrito la cruzaba el camino que sube hacia Rancho de Cuero, que es bastante más lejos, nos decían los niños, y desde donde estábamos se podía ver sector del Boldal.
Bajamos rápido porque a Willi le habían dado permiso hasta temprano no más, y lo tuvimos que llevar a la casa. Leo vive frente a la escuela, ese cerro es como mi patio, nos dijo, y se fue para su casa.