Hoy sumamos a Yessenia a la experiencia rotativa donde las mujeres que participaron de la performances en sus propias casas, ahora visitan las de otras mujeres con nosotras. Ahora son Sandra y Yessenia, quienes realizan la performance en la casa de Ely. Estamos instalando un dispositivo sumamente relevante para nosotros, que es el encuentro entre mujeres para escucharse y crear a partir de lenguajes abiertos, escénicos, performativos, dancísticos, plásticos, cinematográficos. Se genera una complicidad, un secreto, que este grupo guarda, que es la confesión, la comunidad. Vemos como la performance deriva en una red de apoyo, en un momento intenso, en un recuerdo, en un devenir de cuerpos femeninos en casas con historias íntimas.
Dejamos emerger la intimidad, y la cámara como participante de la performance registra, es el cómplice que genera el relato colectivo. Ahora no sólo quien era visitado articulaba el sentido de lo que la performance hace aparecer, sino que los visitantes, con sus vivencias personales y colectivas, construyen la identidad particular de la experiencia de vivir en esta isla, en las reflexiones que implica el hacer performático y los diálogos posteriores a ésta, donde en torno a la comida se discuten temáticas profundas para la vida de las mujeres. Lo personal se vuelve colectivo, lo íntimo se vive comunitariamente, se construye una intimidad colectiva.
También se van articulando discursos críticos respecto al ser mujer en esta comunidad, al hacer comunidad entre mujeres, al vivir juntas en este territorio. En casa de Ely se vivió una vorágine emocional, ya que ella se encontraba en una situación complicada. Situación que sus amigas, vecinas y compañeras desconocían y que sólo a través del dispositivo del encuentro performático emergió, se compartió y se reflexionó en conjunto. Se construyó una complicidad desde el cuerpo que antes no existía, una identidad colectiva que aunque quizás efímera, quedará grabada en los cuerpos y en el habitar de las casas que hemos visitado.