Tras recapitular el trabajo que desarrollamos en Chanco, logramos al fin afirmar unas cuantas certezas.
Antes, parece necesario recordar que trabajar en torno al Teatro Municipal de Chanco fue el encargo de la residencia, la cual se insertó en la modalidad de Espacio Cultural. Una vez en el territorio, esta asociación parecía compleja, ya que no había interés de parte de la comunidad ni de la institución en la figura del Teatro.
Ante la noción de que esto podía deberse a la baja participación en la construcción de la programación, y con ello el desconocimiento acerca de lo que l@s chanquin@s querían ver en aquel escenario, nuestro intento inicial fue analizar el “lugar de escenario” junto a l@s vecin@s.
Ahí el primer error. A l@s vecin@s no les hacía sentido verbalizar al respecto, y el dar con la solución a la problemática a través de una pregunta directa, parecía un abordaje un tanto forzado.
Reevaluamos nuestra posición y decidimos poner en pausa la pregunta por el escenario. En cambio, comenzamos a indagar en los lugares que a l@s vecin@s les hacían sentido. Así nos encontramos con el escabullido mundo chanquino, y una multitud de historias que comenzaron a brotar en torno a los lugares escogidos. Aún no dejamos de sorprendernos cómo l@s niñ@s, jóvenes, adultos y antigü@s de la comuna, logran gatillar multiplicidad de significados a través de sus historias, manteniendo con vida el acontecer chanquino, y más aún, mantienen con vida la palabra de sus habitantes.
El lugar de la palabra en Chanco fue algo que nos removió desde un comienzo. Durante las primeras semanas de trabajo en el territorio, nos encontramos con discursos que se posicionaban en respuesta a la acción institucional de la comuna; este solía ser muy similar y pocas variaciones sufría de una boca a otra, era como escuchar una grabación, ya sabías lo que venía. Encontrar la diferencia en sus discursos fue algo difícil en un principio, pero poco a poco, con la confianza que depositaron l@s chanquin@s en nosotras y en los diferentes dispositivos de la residencia (programa de teatro radial, contar y compartir historias en plazoletas, el cartero del museo de los secretos, nave de historias, entre otros) fuimos logrando aproximarnos cada vez más a ese mundo que pocas veces se dejaba ver. A ese mundo que era creado por l@s chanquin@s y que, pese a las resistencias de los sectores religiosos e institucionales, se trata de un mundo que sigue dando vueltas de boca en boca, produciendo diferencias y creando realidades que sospechamos, jamás se agotarán.
Comprendimos que aquel mundo no aparecía ante la pregunta directa, las resistencias eran muy grandes. Pero a través de la exploración sobre nuevas formas de decir, surgió un lugar seguro para comunicar, en donde el lenguaje artístico que propiciaba la residencia y sus dispositivos, consistió en un estímulo para que l@s vecin@s compartieran. Ellos tomaron protagonismo y marcaron la pauta del devenir de la residencia, en donde reconocieron el valor de sus experiencias e historias locales, y la relevancia de compartirlo con otr@s.
¿Qué es lo que comunican sus historias? Las incertezas se producían continuamente, parte fundamental de las historias es que se desconocían las formas que iba a tomar cada una. Algunas partían hace más de 100 años en el campo chanquino, pasaban de boca en boca entre ríos y caminos, el protagonista de la historia a ratos era Raúl o tal vez Sandra, no se sabía si era el chascón o un caballo, pero nadie negaba que se escuchaba por las noches, ¿o era al mediodía? Tampoco se sabe qué es lo que esconden todas esas historias, qué están contando, si son fantasías o efectivamente representan realidades tan difíciles de contar, que sólo desde la ficción son capaces de elaborar. Probablemente las opciones son múltiples, y estas son sólo unas pocas que se nos vienen a la mente. Algo que estaba claro era que había un montón de historias que contar y que la palabra adquiría una connotación distinta. Era accesible, no había un lugar de experto y siempre hay algo que se puede compartir. De ello daban cuenta l@s niñ@s del sector rural, quienes sirvieron de ejemplo para el resto de los participantes sobra la infinidad de formas en que es posible narrar, dando el empujón para que otros se atrevieran.
Aprendimos que algo esencial del arte colaborativo es que los dispositivos que se desplieguen, al pretender ser participativos, tienen que ser necesariamente situados al contexo y a la cultura local. En nuestro caso particular, demoramos alrededor de un mes en ir descubriendo junto a l@s niñ@s y jóvenes chanquin@s, las formas en que los diferentes sectores de la comunidad se involucrarían y participarían en la producción y proyecto en su plenitud. En que, tras varios giros y exploraciones, quizás no será posible afirmar qué es aquello que integrará al Teatro Municipal próximamente. Tal respuesta no es evidente, pero en vez de paralizarnos debiera ponernos alegres, puesto que reconocemos ahora que en Chanco hay una infinidad de historias y actores deseosos de contarlas. Se trata tan solo de abrir espacios.
Bernardita García y Paulina Martínez