El trabajo práctico está comenzando y yo estoy muy motivada. Las actividades que tenemos programadas son varias y es importante la participación de la comunidad para que todo lo realizado en esta residencia vaya tomando cuerpo y tome también sentido.
Los días de trabajo han sido sorprendentemente muy participativos, el público asistente se compone principalmente de mujeres y los niños, ya que las mujeres que estaban invitadas a los talleres asisten a las actividades con sus hijos o hijas.
En cada jornada las mujeres cumplen un rol tanto en la cocina como en el bordado. Hemos preparado sopaipillas y hulpe de harina de quinua. Mientras que los niños y niñas tomaron un rol más creativo y han comenzado a aprender distintos puntos de bordado y ya comienzan también a dibujar paisajes y símbolos de la cultura del altiplano.
Las jornadas son bastante integradoras, cada vez aumenta el público infantil, tomando un rol activo en la residencia, lo que me ha permitido flexibilizar con los objetivos de este proyecto para incluirlos como actores fundamentales en la reinterpretación -que buscamos hacer por medio del arte- de su propia cultura.
Con las mujeres el trabajo de creación se realizó tomando en cuenta el referente del pañuelo peruano mencionado en la bitácora anterior. En función de este se tomó la decisión de utilizar el borde, orilla, con la figura de la cruz de chakana, pero bordándola con los colores de la bandera aymara, wuipala. Este fin de semana yo me traje el telón para la casa para marcar el patrón y comenzar a trabajarlo las próximas sesiones.
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