Nos parece importante y significativo poder fortalecer el tejido social del Valle de Esquiña mediante relatos de personas de las distintas localidades: Esquiña, Illapata, Cerro Blanco, Pachica y Sahuara. Buscar elementos que refuercen el concepto de comunidad, y en esas conversaciones se repite un elemento característico que identifica a todas las personas: Los caminos troperos. Hasta de forma casi poética, aparece este concepto de re-conexión, ahora trayendo al presente las historias que son parte del imaginario local de estos caminos transitados por cientos de años, donde cada habitante atesora distintas vivencias que trascienden más allá de la caducidad de un camino.
Por lo mismo, estuvimos conversando con la señora Margarita Gaviño de Illapata, quién llegó cuando recién se formaba el pueblo y tiene conocimiento de los cambios que ha experimentado social y culturalmente la localidad. Ella amablemente compartió distintos relatos sobre la importancia de los caminos troperos en el intercambio de alimentos principalmente, que se hacía entre localidades, o lo que significaba viajar hasta Arica, desde estos apartados pueblos en mulas, llevando diversos productos, y trayendo otros para abastecer de alimentos por un período prolongado, antes de un próximo viaje.
También estuvimos compartiendo con don Gregorio Guaglia, que es habitante de Esquiña, él es una persona muy respetada por su rol de fabriquero, y también es una persona que ha vivido en carne propia los cambios que ha experimentado la localidad, nos contaba en un interesante relato, que él fue una de las personas que contribuyó a la creación de la escuela, pues en un inicio esta no existía y al solicitar un profesor en Arica, les dijeron que tenían que tener una escuela primero. Los comuneros se propusieron construir una, con mucho esfuerzo traían los materiales por los caminos troperos, en mulares y a pulso, cuando la escuela ya estuvo lista, enviaron al profesor, el que fueron a buscar a caballo hasta donde llegaba el camino en ese entonces, fue un hito que marcó a la localidad, pues el profesor era un personaje muy esperado.
Otra persona con la que compartimos algunos relatos del imaginario local, es don Luis Alata y su prima Nilda, que son habitantes de Pachica, y nos invitaron amablemente a cenar a la luz de las velas, pues el pueblo está sin generador y no tienen otro medio para producir energía. Si bien el momento fue bastante especial, pues se sentía como volver al pasado, en medio de las historias de antaño y la oscuridad total, también hacemos una reflexión sobre lo complejo del diario vivir de las personas en las localidades rurales, que deben lidiar con la falta de movilización, salud primaria y en este caso, además servicios básicos.