Desde el inicio de la Residencia he pensado en este capítulo de la bitácora: contarles que la residencia en el Campamento Manuel Bustos no está en Viña de Mar como se señala en todas partes. Estará en los límites legales, pero hay un error, no está ahí. Al menos así se comportan los departamentos legales de Viña del Mar.
Vamos por partes: entrar a una toma de terreno invitada por un organismo estatal no es un tema fácil, especialmente para que el proyecto se pueda realizar. Me siento como cuando una llega a una fiesta y no está quién te invitó y no conoces a nadie, te preguntan ¿quién te invitó?, yo respondo “La C”, y me dicen qué fresca “La C” siempre invita sin permiso, y luego te preguntan ¿a quién vai a sacar a bailar? Y yo respondo, “La C” me dijo que baile con “La M”. Y todos en la fiesta al unísono dicen: chaaaa, siempre “La C” invita a gente desconocida y dice que sólo saquen a bailar a “La M”.
Conocer gente dentro del campamento ha tardado tiempo, naturalmente, es como debe ser. Espero que los procesos humanos lentos sigan existiendo, espero.
He conocido gente valiosa y escéptica con el Consejo de la Cultura. Y con justa razón. Es de entender que hay gente que se enriquece económicamente porque le quita el dinero a otra gente, es decir, la balanza tira para un lado. Otras muchas veces, de manera paralela, la escasez de recursos atrae gente que se enriquece a su costa. Es decir, la escasez de recursos enriquece a algunos. Eso pasa con muchos de los programas de gobierno de “integración”, también con ong’s, parlamentarios, proyectos ‘caritativos’, etc… Intentamos movernos teniendo en cuenta este aspecto.
Lo que yo quería hablar en este post era sobre lo difícil que es entrar al campamento si no tienes a algún conocido ahí. Incluso, las primeras reuniones que tuve en Valparaíso sobre nuestra primera ida al campamento solía escuchar “es que no sé por dónde se entra”. Y pensaba en que se refieren a este lugar como una dimensión desconocida, o como una selva que sólo tiene unas entradas secretas, unos ‘portales’.
Viña del Mar es una ciudad que está hecha para la parte baja, sus impuestos y dinero se invierte ahí. Atrás, olvidado de todo glamur tipo Festival de Viña, gaviotas de oro, relojes de flores, veredas lisas y repavimentadas, ahí atrás, está Viña del Cerro, una ciudad no oficial y con identidad propia, como también impenetrable para los organismos estatales curiosos.
Viña del Cerro tiene sus propios artistas, colectivos de música, hip hoperos que trabajan para niños y niñas en el cerro. Ellos son los responsables del Festival de Hip Hop Viña del Cerro. Aún no les pregunto si puedo nombrarlos en este blog, con su nombre de colectivo y actividades. Así es que queda pendiente explicarles todo lo que hace esta agrupación.
El Campamento Manuel Bustos tiene calles de tierra suelta y muy empinadas. No hay locomoción pública y a cambio de eso hay colectivos autogestionados tipo camioneta. Tampoco voy a contar mucho más, ya que muchas historias de ahí les pertenece a ese lugar y no soy yo quién tiene que hacerla saber fuera de Viña del Cerro, ya hay grupos autogestionados que saben perfectamente su valor y cuándo y dónde dar a conocer sus historias. No es mi tema, y como artista residente de un proyecto financiado por un organismo estatal tengo que saber cuál es mi límite y respetar. Sólo les dejo esta reflexión: el Campamento Manuel Bustos si bien sus calles no están pavimentadas y la tierra es arcillosa y suelta es un terreno sólido, llevan tiempo, ya han echado bellas raíces y están ahí para quedarse. El campamento es sólido, firme, orgulloso y autogestionado.