Es 15 de octubre y hace poco más de un mes estuvimos pensando. Fue una maratón de pensar, literalmente, pensábamos todo el tiempo. Qué-vamos-a-hacer.
Cambiemos el proyecto –decíamos–, para qué trabajarle a la nostalgia cuando está tan manoseada. Nos propusimos delirar. Tomar el riesgo de proponer algo tan ridículo que con el pasar de los días se torne algo sensato. ¿Qué podíamos perder? La pampa está herida y muchos piensan que toda esta cultura se acabó. Pero por supuesto que no, aquí están los hombres y mujeres que le dieron al desierto. Los vemos, pero quietos dentro de sus casa reviviendo recuerdos.
Si pudieron venirse a vivir al desierto, que ya es un acto surrealista, casi arrogante. Entonces pueden hacer cualquier cosa.