Es el segundo mes de la residencia, parece que fuese más tiempo, ya que las metas propuestas son altas y esto no permite tomar días libres o de descanso, de lunes a lunes se trabaja en el proyecto, los aspectos de producción y los administrativos pasan desapercibidos para la comunidad participante, de alguna manera, pareciera que alguna magia opera tras bambalinas, permitiendo que los avances sean crecientes, que cada día tengamos extensas sesiones de pintura y amorosa convivencia, que se superen las dificultades, no hay tiempo para titubear o lamentar situaciones adversas, si algo sucede, se supera, entre todos y sigue la marcha: ya hay tres obras en proceso en forma paralela. Me he convertido en una peregrina diaria desde el lugar de alojamiento, al quincho del hospital donde trabajamos con la comunidad de salud, luego al liceo, ya sea para las sesiones finales del mural con los estudiantes en el hall del auditorio o para trabajar en las telas en la sala de arte del segundo piso. Vamos siendo parte del paisaje de Porvenir. Se ha agregado la nueva labor de los fines de semana, la ejecución del mural en la costanera de Porvenir. Son 45 metros de largo, 2,50 de alto, un desafío mayor, que en lo personal me llena de incertidumbre y sensación de vértigo ¿Podremos con esto?
El primer fin de semana de trabajo en la costanera hubo un temporal de viento, como sólo se ven en la Tierra del Fuego, intensas ráfagas silban y cantan su canción. Es sábado, he bajado dos veces al lugar de trabajo a ver qué posibilidades hay de trabajar, imposible, ráfagas de sobre 70 km impiden siquiera permanecer en el lugar, el domingo en la mañana el viento es un poco menor, es domingo en la tarde, el temporal continúa con algo menos de viento, si no comenzamos hoy, imposible pensar en continuar la intervención. Somos sólo tres personas el domingo en la tarde con temporal, una locura salir de casa. Comenzamos igual, una lucha con el viento, que vuela materiales, pintura, todo. A pesar de los imposibles, hemos comenzado con los fondos del mural de la costanera, tan vertiginoso como el viento es la sensación de desafío que nos embarga.