La mañana de sábado recién pasada, quedamos con la Comunidad Mapuche-Huilliche de Mauilicán en el Jardín “Semillas de Avellanal” para iniciar la construcción de nuestro cerco. Ahí llegamos con herramientas, cámaras, cuchuflis y unos cuantos estacones de Luma de más de 2 metros para iniciar nuestro proyecto. Al principio, el clima no nos acompañaba. Pues esa noche y mañana estaba, como casi siempre, lloviendo. Por lo mismo, ¡casi nos “desinflamos”! Menos mal que el compromiso y las ganas de hacerson más grandes por lo que, con lluvia y todo, fuimos llegando al trabajo colectivo y, quizás por lo mismo, el cielo nos escuchó y pronto amainó, saliendo un rayo de sol a acompañarnos.
En este caso, la obra que estamos haciendo me emociona por completo. Esto, porque ha sido la propia comunidad la que ha propuesto trabajar en ello, hacer un cerco. Si las Residencias de Arte Colaborativo buscan cruzar prácticas artísticas con contextos locales y sus realidades sociales, en este caso, el proyecto que estamos realizando justamente está haciendo ello, funcionando como revelador de una producción cultural propia: el tejido en madera del-de los cercos. Un saber propio, local, antiguo, que se ha ido perdiendo y que con la Comunidad Maulicán buscamos traer a la memoria a través de esta obra y la trasmisión colectiva de este conocimiento que ha estado dormido, pero que, sin embargo, permanece en los más adentro de sus recuerdos.
Su realización desde lo técnico es, ya decía, conocimiento propio de la comunidad. Ellxs saben hacerlo. Ellxs me enseñan y me enseñarán a tejerlo. Yo por mi parte, voy pensando y armando su diseño, buscando el punto estético, pensando aquel desplazamiento que hará que deje de ser el cerco utilitario de antaño (aunque igualmente cercará el lugar) y se transforme en una obra de arte. Ahora bien, lo más importante en todo este proceso, es que mi rol consiste en realidad en ir activando a esta comunidad y sus conocimientos, para la puesta en valor y el abordaje común de esos saberes, de esas latencias dormidas. La intención también es que como comunidad Mapuche-Huilliche se empoderen, como popularmente se dice: “que se crean el cuento”, pues ellxs son capaces de esto y de mucho más, de cumplir sus sueños, como el de enseñar y transmitir a lxs más pequeñxs sus historias, su cultura y su identidad. De ahí que como primer elemento sobre el que trabajar, eligieron el cerco que antiguamente se hacía para proteger los huertos domésticos. De varas de arrayán tejidas, dada su flexibilidad, y de estacas de luma, un árbol fuerte y resistente que se entierra y que sostiene este tejido en madera, su nombre original es Fajina, como el haz de ramas utilizado antiguamente en la guerra para construir trincheras entre otras actividades de ataque y defensa. Ahora bien, hay muchos tipos de cercos de madera. Nosotrxs haremos éste y otro que se llama Rebellin, un cerco de varas paradas enterradas, de los cuales haremos de cada uno una muestra a la entrada del jardín, en un punto estratégico que encamina también la entrada a la sede de la Junta de Vecinos y del colegio, justo frente a la posta y a la carretera del sector Avellanal en Pargua, que conduce a la también llamada “Aldea Pargua”.
En días como hoy en que vivimos absortos, perplejos, la violencia y la represión a nuestro pueblo. En que la policía, ese cuerpo del Estado que debiese protegernos, mata y tortura a comuneros mapuches, así como neutraliza y ataca con gases tóxicos a quienes salen a las calles a protestar contra ello, se vuelve urgente y necesario seguir reuniéndonos. Encontrarnos, activarnos, acompañarnos, reconstruir el tejido social, tejer nuestra historia. Hacernos fuertes para luchar contra este terrorismo de Estado, para luchar por nuestros derechos.
*En memoria de Camilo Catrillanca, Víctor Mendoza Collío, Rodrigo Meliano, Jaime Mendoza Collío, Matías Catrileo, Jhonny Cariqueo, Juan Collihuin, Zenén Díaz Necul, Julio Huentecura, Edmundo Lemunao, Alex Lemun, Mauricio y Agustina Huenupe y, José Huenante Huenante quien continúa desaparecido.