Pisamos territorio de Isla del Rey, llegan las primeras sensaciones, percepciones, texturas de este nuevo territorio.
Llegamos luego de una larga noche de viaje a Valdivia, donde gracias a las indicaciones de nuestra informante en terreno debemos tomar una micro que nos lleve al Balseo Carbonero, donde podremos cruzar a la Isla del Rey. La lluvia y el frío nos reciben. La conectividad es bastante expedita, todo comparado con nuestra experiencia el año pasado, donde era una ardua tarea poder llegar a la ciudad que nos abastecía en el territorio. Con las maletas en mano arribamos a nuestro hogar isleño, el cual es cálido, como su gente. Tomamos contacto enseguida con el apoyo profesional de Red Cultura en la Región, quien mostró toda la disposición e interés en nuestro proyecto, ofreciendo toda la ayuda necesaria para gestionar su correcta implementación.
Nuestras primeras aproximaciones con la gente nos permiten identificar el interés en nuestra presencia en el territorio (gracias a la visita a terreno) donde hay altas expectativas respecto a nuestra intervención en la comunidad y diversas preguntas en torno a lo que será la residencia. Rápidamente generamos confianza y cercanía, gracias al contacto con la dueña de la casa donde habitamos, conocemos a su familia, a los vecinos, a los encargados de la lancha… de algún modo todos son familia, por lo que intentamos deshacer la barrera del extranjero y acercarnos a la realidad de quienes habitan este territorio.
Estos primeros días nos propusimos recorrer el sector de la Isla que abarcaremos, nos dispusimos a la caminata y la lluvia para experimentar en terreno la performatividad de este nuevo hábitat.