De la misma manera que esta idea de la pérgola en la Sede de Las Quintas fue creciendo, fue creciendo en mi cabeza también una idea de que esto tenía que tener una cierre importante, un momento en que hiciéramos una ceremonia donde todas las que participamos en esto nos miráramos a la cara y nos sintiéramos orgullosas con nuestro trabajo y también un momento en que le mostráramos a los vecinos y vecinas lo que habíamos hecho durante este tiempo. Del mismo modo, tenía que ser un momento para mostrarle al municipio y al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, el resultado de este largo trabajo que ellos habían apoyado con tanto entusiasmo.
Y nació la idea de la inauguración. Cada vecina podría aportar con algo de comida característico de la cocina aymara. Nos organizamos bien y mientras una traería la Calapurca, otra traería las sopaipillas, otra un jugo de quinoa hervida y yo me ofrecí para llevar un plato de quinoa con verduras. Además, una mamá les preguntó a los niños y niñas si querían mostrar ese día un trotecito andino y ellos se entusiasmaron de inmediato con la idea de bailar. Algunas madres ofrecieron prestar sus aksus y otra ofreció conseguirse otros vestuarios en el colegio. Ese mismo día se empezó a trabajar de manera paralela al término de las actividades artísticas, con los preparativos de un baile para el cierre final.
Pedimos la fecha en la municipalidad y planteamos que era importante que fuera el alcalde, porque con las vecinas de Las Quintas habíamos estado trabajando en función de su territorialidad. Todo el trabajo creativo del telón que bordamos partía de un mapa de Las Quintas, habíamos conversado sobre lo que significaba ese territorio y el abandono en el que se encuentra era algo fundamental. Para las vecinas era un momento especial, para que el nuevo alcalde apareciera y ellas pudieran mostrarse frente a él como un actor activo en la comunidad. Por otro lado me comuniqué con el CNCA, para invitarlos a este cierre, planteándoles también que después de todo el apoyo que me habían prestado, era fundamental contar con su participación, ya que como institución había jugado un rol activo en todo mi trabajo desarrollado en Las Quintas.
Con las fiestas de fin de año la construcción de la pérgola fue un poco más difícil de lo que se había planeado, entre medio el equipo de soldadores que construyó la pérgola contra el tiempo, tenía también que armar la feria y el árbol de navidad. Tuvimos que correr la fecha que habíamos puesto al principio del martes 13 (día que yo había elegido porque había luna llena) al jueves 15 de diciembre.
El telón aún no estaba terminado, pero lo teníamos que terminar. Algunas vecinas pasaron noches enteras tejiendo, nos juntamos en sus casas para poder avanzar. Compramos almuerzo, para no perder tiempo en cocinar y pasamos tardes enteras bordando con los niños y niñas a nuestro alrededor.
Y lo logramos. El jueves 15 fue la inauguración. El día anterior terminamos muy tarde de bordar y el equipo de soldadores, terminó esa misma mañana de ordenar el lugar. Llegaron las autoridades. EL alcalde también llegó. Llegaron las vecinas con sus aportes de comida y los niños con sus trajes tradicionales listos para bailar. Del departamento
De cultura llegó todo el equipo temprano a ayudar. Decoramos, con las mismas banderas pintadas y bordadas por los niños y niñas, nos arreglamos y ese día fue muy especial.
Se cerró el proceso de la Residencia de Arte Colaborativo. Luego de 3 meses vi los frutos de mi esfuerzo y trabajo plasmado en las caras de las mujeres que orgullosas mostraban lo que habían creado. Los niños y niñas estaban felices y el baile que presentaron fue hermoso. También disfrutaron de este cierre las autoridades que asistieron; desde el alcalde y la representante del CNCA, hasta las personas que forman parte del equipo de la Fundación por la Superación de la Pobreza, el presidente de la junta de vecinos y todos los demás. Los vecinos y vecinas estuvieron ahí compartiendo el coctel que hicimos, paseándose y fotografiándose en esta plaza que quedó fuera de la sede vecinal.
El cierre fue hermoso pero fue también duro y emotivo. La despedida con las personas que compartí durante estos tres meses fue emocionante y pude darme el tiempo de conversar con cada uno de los hombres y mujeres con los que construí vínculos estando en su lugar. Estos tres meses me cambiaron, así como cambiaron a cada uno/a de los/as que se quiso involucrar activamente para que esto resultara. Desde la Virna y la María José que me imprimieron todo lo que necesitaba, que me ayudaron cada vez que las busqué, hasta el Edwin que me creyó todo lo que estaba haciendo y que me aconsejó y enseñó, o la señora Andrea y la Gloria que se quedaron días sin hacer nada más que bordar, hasta cada uno de los niños y niñas de Las Quintas, que saltaban y gritaban desde que llegábamos a la sede hasta que nos íbamos del lugar.
Me siento feliz y orgullosa de cerrar este proceso, porque siento que viví realmente un trabajo colectivo y cooperativo desde todos los componentes que componen la territorialidad del lugar donde me tocó trabajar.
No fue fácil llegar a la gente, las puertas cerradas me cansaban y me hacían dudar. Pero logramos trabajar en conjunto y lo que es más importante, sacar ese trabajo y dejar un espacio público para que los vecinos y vecinas compartan, reflexionen, contemplen y recuerden que significó abrirse a vivir la experiencia de reflexionar sobre su territorio y su identidad.