Antes de llegar al territorio, nosotros sólo teníamos ideas supuestas de lo que podríamos hacer, una de esas, y la que más nos entusiasmaba, era la de hacer caminatas con la comunidad, recorrer el territorio y así ir descubriendo su patrimonio natural e inmaterial. No sabíamos si lo podríamos lograr, o si estábamos completamente equivocados al tener esta idea.
Pero esa semana el tío Juan nos invitó a una caminata que organizaba la familia de los Madariaga hacia las Vírgenes. Nosotros no conocíamos a los Madariaga y tampoco las Vírgenes. Tío Juan nos contó que es un lugar en la montaña, en la ruta de los arrieros que suben a la cordillera. Al lado del camino hay una gruta y ahí, dos vírgenes: la pequeña Virgen negra y la Virgen del Carmen, que fue llevada por él y sus alumnos luego de hacer un acto de la tirana en la Escuela hace unos años atrás. Nos contaba también que los arrieros hacen una parada en la gruta y prenden velas a las vírgenes para encomendarse en su camino.
La caminata sería el día domingo 9 de octubre. Por su puesto que aceptamos la invitación, no podíamos perder la oportunidad. Nos preparamos el día anterior con la comida, agua, bloqueador solar, ropa y zapatos para caminar.
A las 8am. partimos a la Escuela del Peumal para encontrarnos con el tío Juan. Íbamos en la furgoneta con la Coté, el Patchou, los cachorros, Ismael y Nicanor, dos amigos, Carola y Abel, y yo.
Tío Juan nos comentaba que eran 3 horas de caminata para llegar a las vírgenes, y que al llegar ahí, almorzaríamos y pasaríamos la tarde en el río. La idea era estar de regreso a las 7pm.
Recogimos al tío Juan y seguimos hasta la “plaza” de Santa Inés al final del camino. Nos estacionamos y empezamos el recorrido.
Primero anduvimos entre las viñas y parrones para acortar camino y conectarnos con la ruta que sube a las vírgenes.
Saltamos por unas piedras para no caer al agua, y tuvimos el primer descanso en el lugar donde, hace un año más o menos, vieron a un monito del monte durmiendo agarrado de un árbol. El tío Juan prometió mostrarnos las fotos.
Ya habían pasado dos horas y media, o más, y seguimos caminando por una hora hasta llegar a las vírgenes… tardamos un poco más porque el ritmo con los niños es distinto, y también porque tío Juan nos iba mostrando las plantas y árboles nativos, y nos parábamos a mirar el paisaje y tomar fotos…
Llegamos a las 12 a las Vírgenes, me encaramé por la subida improvisada que está al lado de la roca y prendí cuatro velitas que puse entremedio de las demás velas dentro de esta pequeña gruta.
Luego bajamos una pendiente al lado del camino y nos encontramos con el río y la familia Madariaga desplegada en las rocas. Estaban almorzando y nos unimos a la comida.
Éramos más de 20 alrededor del fueguito. Los niños se bañaban y jugaban, las señoras preparaban churrascas y compartían el mate con nosotros. Básicamente nos dedicamos a comer, conversar y conocernos. Las churrascas con queso derretido son lo máximo!
Ya no sé ni a qué hora regresamos… La caminata de vuelta fue súper divertida porque como ya nos conocíamos, íbamos conversando entre todos. Nos topamos con dos caballos y unos hombres, que les llamó mucho la atención a nuestros compañeros de caminata, porque no los conocían.
Descansamos a la sombra de unos pinos por un rato y después, casi llegando a las viñas, conocimos las antiguas casas de la familia Madariaga. Antes subían mucho más seguido a las vírgenes, nos comentaban. Ahora viven en San Ramón y unos pocos en Romeral, y suben una o dos veces al año a Las Vírgenes. ¡Qué bueno fue coincidir ese día!.
Al regreso volvimos repletos de historias de sus anteriores subidas a Las Vírgenes, historias de caminatas a la Cordillera y a Rancho Cuero, historias de arrieros y de remediar a los animales antes de cruzar el paso a Argentina.
Volvimos también con nuevos amigos y con la promesa de reunirnos otra vez para hacer una nueva caminata.