Las sesiones avanzan en nuestro laboratorio de iconografía. Buscamos los espacios característicos, lugares especiales que nos entreguen más datos, que nos empapen de sus historias, que nos presenten al Cerro la Cruz. Sólo así podremos crear íconos y símbolos de este barrio.
Mapeo colectivo es la actividad, en la que cada participante nos indica un lugar significativo del territorio, además nos comenta el por qué de su elección. Nos hablan del árbol que resistió al fuego, de las calles que reciben a diario a cada vecino con sus subidas de gran pendiente, lo que también nos muestra el difícil acceso al que se enfrentan los habitantes todos los días. Pero nos hablan sobre todo de antaño, cuando sus padres llegaron a poblar el lugar, “porque cuando mi papá llegó habían poquitas familias y con burro había que subir las cosas”.
Como no hablar de los miradores, el de la cancha, el que esta afuera de la sede, el que se encuentra en la primera curva cuando se viene subiendo, o los nuevos que se construyeron luego del incendio. Característica particular del cerro es la vista privilegiada, el puerto, la bahía, si desde los altos parece que te puedes caer al mar si te vas de punta. El mar es el gran amor de las vecinas del Cerro La Cruz.
Por otra parte están los juegos que quedan ubicados fuera de la sede, “son súper antiguos algunos, los recuerdo desde que yo era chica, si son los mismos columpios”. El Hogar y la Escuela Arturo Prat también aparecen en el mapeo, “muchos hemos estudiado ahí”. También nos hablan de la flora característica de los cerros de Valparaíso, de las flores que crecen en las laderas.
El tiempo pasa y nos juntamos a recorrer los puntos señalados, ejercitamos la composición de una foto y con cámara en mano cada vecina se apronta al lindo recorrido. Cada lugar indicado es parada obligada, aunque se agregan fotos en cada paso, “es que es tan lindo” comentan. Por otra parte señalan “por este pasillo no había pasado nunca”, caras alegres nos acompañan, al igual que el cansancio del ascenso.
“Me quiere mucho, poquito nada”, era la denominación de las margaritas que encontramos en el camino, “es que de chicas les decíamos así”. La tarde se nos va y la felicidad nos invade, nuevos caminos encontramos, nuevas casas nos rodean y un corazón hinchado.