Cruzar el paso… recorrerlo, atravesarlo, trenzarlo, tejerlo, observarlo lentamente.
Atravesando el paso nos encontramos con un territorio que emerge, entre azules y verdes, con el sol entre nubes.
Recorriendo el territorio nos encontramos con un mar que también se cruza. Con un choque de corrientes mágico, tan fuerte y a la vez calmo, que nos hipnotiza en cuanto lo miramos.
Nos pasamos horas frente a él. Sintiéndolo, viviéndolo, pensándolo. Confluencia de aguas arremolinadas que me lleva a pensar en los cruces de miradas. Cruces de historias, de leyendas, choque de fuerzas entre las comunidades aquí asentadas.
Huilliches y chilenxs, hombres y mujeres, niñxs y viejxs, todas y todos con sus disputas, sus heridas y sus luchas. Cada unx con sus memorias y resistencias.
Pasamos las horas mirando el mar, observando el cruce de aguas en este punto de la tierra mientras la marea comienza a bajar.
El viento corre.
Se asoma la tierra…
Aparece un camino.
Un camino nuevo, efímero, que nos lleva por la arena a atravesar el mar, a cruzar a la otra orilla, a cruzar el canal. Es como una imagen bíblica desvanecida en la memoria. Travesía fugaz, que dura solo unas horas.
Línea que se difumina, que desaparece, una vez la marea vuelve.