La contemplación del entorno que uno habita es fundamental para nuestros procesos de trabajo, la residencia no tan solo es compartir con los vecin@s humanos de Dorotea, también es parte fundamental comprender los ritmos naturales de este sur del mundo.
Dorotea es un microclima muy complejo, de extremo a extremo transita el viento, el sol, la lluvia , la nieve. El viento determina ritmos, determina flora, determina fauna.
Comprendiendo con el paso de los días que estos lugares eran cerros y cerros de frondosos árboles, que fueron talados y quemados por la explotadora Tierra del Fuego, de dueños extranjeros que llegaron a buscar fortuna a partir de las crisis en Europa.
El estado de Chile muy amablemente entregó miles de hectáreas a esta pocas familias, espacios habitados desde mucho tiempo por distintas familias nómadas precolombinas que en algunos casos fueron exterminados, como por ejemplo las comunidades Selknam un poco más al sur de este lugar.
Hoy buscamos escuchar el lugar, observarlo y comprenderlo desde la mirada de los antiguos habitantes, seres sabios y de una capacidad de equilibrio frente a su entorno que nos asombra día a día.
Estos momentos de soledad son los que nos abren la mirada y nos invitan a descubrir y agradecer este presente, y la oportunidad de compartir esta experiencia con todos los involucrados.