La mañana del sábado Don Dagoberto y Nicolás nos despertaron con la noticia de que había llegado la persona que administraba el ingreso a la Laguna, eso significaba que ya no estaríamos tan solos y había posibilidades de volver en vehículo. Como si eso fuese poco, esa mañana “Don Dago” nos preparó un “té de piedra” que es una receta de antaño que hacían las personas para pasar el frío, la que consiste en calentar una piedra en la fogata y luego pasarla por azúcar, la que con el calor formará caramelo a su alrededor y al verterla en agua caliente se transformará en un brebaje similar al té.
Por fin había llegado el día de conocer la “Laguna Roja”, dejamos nuestros bolsos y sacos listos y partimos el último tramo de nuestro recorrido, el más breve y más satisfactorio. Pasamos a saludar a la familia que administra el acceso a la laguna en el sector de Totorane, la señora Raquel Carlos, y sus 2 hijos, los que se pusieron muy contentos de ver a Don Dagoberto, y luego de saludarnos afectuosamente, nos invitaron un vaso de bebida, probablemente el mejor que hemos probado en nuestra vida.
Después de esa cordial bienvenida, caminamos en dirección a la “Laguna Roja”, no sin antes escuchar atentamente las advertencias sobre bañarnos allí, no era primera vez que nos decían que las personas que se bañaban, luego se enfermaban o morían, entre muchas otras historias respecto a la desaparición de personas que antiguamente pastoreaban por el lugar, por lo mismo era un paso evitado por quienes transitaban entre los pueblos, por supuesto no nos arriesgaríamos a desobedecer las advertencias, también porque sabemos lo fundamental que es respetar las creencias de las personas locales.
Ya a distancia se podía apreciar la belleza del lugar, queda corta cualquier descripción verbal sobre lo asombroso que es ver esa tremenda formación, estuvimos un par de horas apreciando el hermoso entorno natural, su particular color, y otras dos lagunas de color verde y amarillo, probablemente su origen sea volcánico, pues en algunas partes brotaba agua caliente, pero preferimos quedarnos con los relatos locales en torno a su existencia y la poderosa energía que emite.
Ya había llegado la hora de volver, nos quedaba un largo camino de retorno, si bien era en vehículo, el acceso es muy complejo, solo los 4×4 pueden llegar hasta allí, lo que explica lo bien conservado que está el lugar, y aunque la laguna pertenece a la comuna de Camarones, su único acceso vehicular es por Camiña, en la región de Tarapacá.
Al pasar a buscar nuestros bolsos, el lugar nos despedía con un hermoso espectáculo, un Suri (avestruz andina) estaba bebiendo agua de la vertiente, por supuesto al ver la presencia humana corrió rápidamente, y era seguida a toda velocidad por 5 crías pequeñas, no podíamos pedir más, la experiencia si bien fue dura, nos dejó mucho aprendizaje respecto a la complejidad de transitar los caminos, vivir en lugares donde la desconexión es absoluta y se debe subsistir con los recursos mínimos.