Llegamos al final de esta parte de la experiencia, queda en la comunidad la energía y el impulso para continuar la fiesta de la creación. Algunxs participantes han llorado ya antes de la despedida, hemos vivido juntxs una experiencia que es para todxs única, imborrable, intensa, hermosa, agradezco al Universo tanto afecto y la oportunidad de hacer la residencia. Trato de traspasar siempre el concepto de que estamos ejerciendo un derecho, un deber, que no debemos dejar que esta energía que entre todxs hicimos brotar se pierda o disipe una vez y terminada la iniciativa. Agradecemos también la salud y energía que ha permitido sobrellevar estos sesenta días de intensidad diaria, las jornadas de trabajo son agotadoras para llegar a este día en que haremos la ceremonia de cierre, donde entregaremos las obras a la comunidad, representada en sus autoridades y vecinos. Por la tarde tendremos nuestra última convivencia, la interna, la nuestra, la despedida.
He pasado las últimas dos noches consecutivas sin dormir. Dos aliados presentes siempre: María Martínez, del grupo de salud, que todo el tiempo está conmigo ayudando en todo lo que se necesite, y Norman Loayza, el profesor de arte, cuya sala ya es nuestro espacio y cuyo apoyo es simplemente fundamental. Ambos estuvieron anoche conmigo hasta las 01.30 am, cortando la tela que quedó para repartirla entre las personas que recibirán el reconocimiento a su participación permanente, junto a regalos consistentes en materiales de dibujo y pintura. Hay que ordenar obsequios para treinta de las ochenta y dos personas que registraron su paso por la residencia. La idea es que esos materiales sean incentivo para continuar explorando.
En estas últimas dos semanas la producción final se repartió entre: pintura de las obras y viaje con la comunidad, registro, archivo y selección fotográfica, reuniones con el diseñador, producción de calendario impreso con fotos de toda la residencia, difusión, coordinación, documentación, revisión de listados, traslados de obras, diplomas, compra de regalos y últimos materiales, recuento de recursos, facturas, en fin, muchas tareas, algunas muy obreras, otras tan de oficina, todas las herramientas, fuerzas y habilidades desplegadas para poder cubrir todos los aspectos que implica realizar un trabajo como éste en solitario.
Muchos aprendizajes, muchas valoraciones, durante este período, me han dado un galvano en el liceo, he visitado el concejo municipal, exponiendo la actividad y solicitando el espacio de la costanera, el hospital por su parte me invitó a hacer una ponencia en sus pasantías de salud con participantes de todo Chile, mostrando la iniciativa, en fin, desde lo profesional y personal intenso, desde lo colectivo impagable, hermoso, saludable. Queremos continuar con esta complicidad, que lxs “Pintores del Viento” no sean un producto efímero de la residencia, que sean una colectividad que pueda crecer y continuar disfrutando de la fiesta de la creación.
Hoy, al empezar la ceremonia de cierre, a teatro lleno, con autoridades y muchxs invitadxs, y por cierto con nuestros adultos mayores del hospital como invitados de honor, con jóvenes, adultos y familias orgullosxs de lo logrado, comenzamos de la misma manera como empezamos las sesiones creativas, con una pequeña ceremonia, homenajeando la memoria de los que estuvieron antes que nosotros en estos territorios tan indomables y extensos. Delante de las grandes telas de hombre y mujer Selkanm, dos grupos de participantes ofrendaron agua, tierra, fuego y aire, en una improvisada mesa ritual, convocando la memoria de ancestros y pioneros del viento, los primeros habitantes de Karukinka.
Hoy todo fue festejo, emoción, disfrutar, abrazarnos, regalarnos ese calendario final, en el que tratamos de poner la mayor cantidad de imágenes posibles de la miles que registramos, hoy es nuestro último día en común, las emociones a flor de piel, los afectos crecieron a todo color. Hoy todo es gratitud y contemplación de lo vivido y creado, hoy todo es gratitud y festejo en la Tierra de Los Fuegos Compartidos.