Luego de un par de coordinaciones fallidas logramos reunirnos con las personas del hogar de niños Arturo Prat y coordinar una reunión para invitar a los niños que ahí viven a participar de un laboratorio creativo de fotos y postales.
Llegado el momento fue una sorpresa percatarnos que ellos no sabían lo que era una postal ¿Cómo me pregunto yo? ¿Qué ha pasado con el traspaso de saberes? Alguien no se ha hecho cargo definitivamente. Es evidente que nos encontramos con niños en situación de derechos vulnerados, que han pasado por procesos traumáticos.
Ahora, tratando de ver el vaso medio lleno, que es un ejercicio imposible en una situación así, de verdad imposible, en algún momento, luego de haber invitado a estos niños fuimos al patio y esperando a unas personas para despedirnos me abstraigo. Me siento en el suelo y me recuesto. La brisa de aquel lugar me produjo calma y en frente se podía ver toda la bahía de Valparaíso desplegada desde la altura, los cerros con sus casas (que siempre me parece una imagen icónica de lo mal repartido de la torta) y todo esto con la calidez del sol y su luz. Pensé “podrían ser ´poetas rebeldes y benditos´”; tienen la posibilidad de ver una postal generosa, contradictoria, pueden preguntarse cosas, seleccionar el lugar que quieran de la imagen que se dejaba ver, pueden desarrollar una mirada atenta, podrían imaginar.
Claro, todo eso lo pensaba abstraído, con la conciencia que se puede mirar así, con el estímulo que me ha dado el oficio en el arte. De pronto llega la hora de otras reuniones y conversaciones, y recuerdo que comenzará a refrescar el aire, el sol pronto se hundirá en el océano y nos dejará de iluminar. Recuerdo que la imaginación es proporcional al conocimiento también, salvo algunas excepciones. También recuerdo que uno de los niños del hogar sólo quiere fotografiar lagartijas, que, leí alguna vez, son símbolo de la protección.