Reciclando momentos entre la lluvia, los vecinos asisten a aportar con su energía a este proceso que se activa desde la participación comunitaria, el calor del trabajo, nos revela que la capacidad de organización depende de la empatía entre los participantes.
Los adultos aparecen, opinan y ofrecen su colaboración, los jóvenes y niños ven en este espacio un lugar de entretención, esta acción artística comienza a tomar valor para cada vecino. Siempre el tiempo nos apremia, siempre el tiempo nos limita, el tiempo como horario y el tiempo como clima…
El reciclaje nos une en un proceso que busca crear un momento de diálogo que apremia a los vecinos y les permite hablar de conflictos y sueños que pueden ser construidos a partir de estas instancias.
Los niños construyen y proyectan ideas claves al reconocer y entender su espacio, colores, caminos, luces, personajes, son nuestros guías en este desafío colectivo que ya está tomando forma gracias a la participación de una comunidad que está esperando detrás de su ventana ser escuchada y ser comprendida.