Es un día sábado y sé que las micros del Valle ocasionalmente pasan, por eso decido hacer dedo en medio de la carretera, donde a los pocos minutos un señor de al menos 70 años de edad para, maneja un camión tres cuarto a cuarenta kilómetros por hora. Al subirme de inmediato me pregunta: ¿Por qué va con flores en la mano? y respondo que voy camino a un encuentro con algunos pobladores del Valle, le comento sobre la residencia y de su desarrollo, agregando que es un día especial ya que me encuentro sin mi equipo del colectivo, pero que además ya se inician las despedidas con los pobladores del sector.
Mientras me escuchaba atentamente, me responde que el Valle es algo que a uno personalmente lo atrapa, debido al paisaje y trabajo en la agricultura. Su relato me confirma la dependencia de los pobladores del trabajo, pero que de ninguna manera lo cambiarían por un trabajo de cuidad.
Le comento sobre el choclo que realizamos con el colectivo y la comunidad, y en broma me dice que pensó que era una flor, pero que aún así estaba bonito. En eso me deja en la parada, donde intercambiamos teléfono y lo dejo invitado al estreno de los documentales en enero.
Continúo mi viaje caminando por los cerros áridos del Valle de Lluta, donde el viento me mueve a los pies del cerro, que mantiene al geoglifo del choclo. Llego al lugar y me siento en una de las piedras del cerro, a pesar que espero a la comunidad a mitad del cerro con un intachable sol que calienta la tierra y mi cara, pero no es impedimento para poder reencontrarme con algunos de los protagonistas de esta residencia. A mi lado escondo unos claveles cosechados en el Valle, en la sombra que hace mi mochila. Mientras espero que alguien llegue, trato de ser paciente y contemplo el Valle desde el privilegiado mirador a los pies del choclo. Pasaban los minutos y algunas horas, cuando a lo lejos veo a Mónica, con quien compartimos gratos momentos dentro de su oficina de la delegación comunal, también fue quien nos ayudó en gestiones para conquistar a la comunidad. Algo agitada por la subida al cerro, me comenta lo emocionada al ver el choclo terminado, me asegura que hará lo posible para mantener cuidado y protegido el geoglifo, ya que para ella es muy importante que ciudadanos de otro lado de Chile vengan a Lluta a realizar actividades de arte, donde agrega que ayuda a la descentralización social y cultural del país.
También llega la señora Doris y María, dos mujeres emprendedoras y trabajadoras del Valle, María muy emocionada me pide una foto con el geoglifo, me comenta que el choclo es ícono del lugar y que es muy lindo poder apreciarlo desde la carretera. Ella al igual que Doris, son las personas que han estado siempre en nuestro día a día, ya sea yendo a comprar al almacén de María o comiendo la rica cazuela de la señora Doris, dueña del restaurante Curicó, uno de los locales más antiguos del Valle, quien fue la primera en subir al geoglifo y colocar las primeras piedras. También comparte la emoción de María y Mónica al ver el choclo terminado, ella me comenta que será la pieza central del Festival del Choclo que se realiza en agosto, y también se compromete al cuidado y protección de la obra.