Se estrena la obra Lugar de Paso, creada en forma colectiva entre 10 vecinos de Mejillones, un grupo de teatro y unos técnicos del Teatro Municipal Gamelín Guerra.
Todos tomados de la mano antes de partir tras las cortinas, el agua sobre las cabezas de cada uno, para salir a escena “limpios” (antigua tradición de Fuego Negro). Se siente el nerviosismo entre las manos húmedas y el abrazo final antes de partir, pero las ganas y la sensación de estreno está presente. Son actrices y actores de verdad, cuando el teatro aparece no hay paso atrás
A las 20:00 hrs. se abrieron las puertas para la entrada del público, las actrices y actores sobre el escenario nerviosos sin saber que iba a suceder, las cortinas aún cerradas.
El texto del sub comandante Marcos, llamado “los zapatistas y las manzanas” como discurso inicial para saludar a los espectadores. Algo de ese texto queríamos dejar para los que fuesen capaces de entender: “Esta es la diferencia entre los zapatistas y el resto de los seres humanos: Donde todos ven una manzana, el zapatista ve una semilla, va y prepara la tierra, siembra la semilla, la cuida.
Fuera de eso, dice Durito (escarabajo), los zapatistas somos como cualquier hijo de vecina. Si acaso más feos.”
La obra se inició a las 20:15 para unos 80 espectadores.
Las escenas fueron pasando una a una. La escena del tango sacó un aplauso espontáneo del público, después supimos que ese momento fue clave para la tranquilidad de tod@s sobre el escenario.
La harina volaba desenterrando a los muertos.
Llegábamos al final de la obra, con las actrices y actores preparando una gran mesa con comida y bebidas para conversar con los seres queridos que han partido. Escuchábamos la canción final, Un Montón de Tierra de Liliana Felipe, con la frase:
“Ha llegado por fin la partida, lentamente me iré lentamente.
Al final todos somos solo un montón de tierra”.
Mientras de las manos de l@s artistas caía un montón de tierra, las luces se apagaban y sonaba el viento nortino de la noche como audio.
Los aplausos empezaron a sonar y cada vez sonaban más fuertes. Las actrices y actores bajaban a buscar a la gente para que los acompañaran a disfrutar de una cena entre vivos y muertos.
Las fotos de todos los familiares que habían partido, entre flores y velas en una mesa al fondo y en otras mesas especialmente preparadas para la comida, se llenaban de manzanas, jugos, agua, vino, pichanga, maní, papas, sopaipillas preparadas por las actrices, pebre y mucha conversación. Cada persona los llevaba a ver la fotografía de su familiar para contar una historia de aquel o aquella que partió.
Al finalizar la obra comenzó otra historia, alrededor del compartir y mirarse a los ojos.
Así la nostalgia de espectáculos y carros alegóricos que era uno de los puntos de nuestra residencia, la sentimos cumplida. Ya no era nostalgia, era una realidad.
La gente empezó a retirarse y en el abrazo de cada familiar una mirada de agradecimiento, de fortaleza, de emoción, de respiro. Las adultas mayores se iban a sus casas abrazadas de sus familiares para seguir compartiendo y comentando.
Quedaba un escenario lleno de harina con nuestra firma. Las señoras del aseo miraban con furia y voló una escoba. Nosotros nos íbamos con los jóvenes y sus parientes a nuestro hogar para continuar con una bella y larga conversación necesaria.
El alma llena, la mejor caminata de noche por Mejillones, las miradas de complicidad eran gigantes, los abrazos cálidos. Todos caminábamos a centímetros del piso.