Seguimos tejiendo con las vecinas de Chayahue en su sede. Los telares avanzan, poco a poco, unos más rápido que otros, mientras Florentina nos entrega todo su conocimiento, todo su saber en el hacer. Digo esto, porque su forma de enseñarnos es propia del hacer.
Ella no es pedagoga y no tiene por qué serlo. Ella es huilliche, ella es tejedora. La vida la ha aprendido observando y haciendo, y de esta manera nos la transmite. A nosotras, que estamos tal vez más acostumbradas a la enseñanza occidental clásica, a veces nos cuesta seguirle el hilo. Ella marca el paso, hace, teje en el telar de cada una y nos deja para transmitir, de igual manera, su experiencia a otra compañera.
En mi caso, me dedico a observar atenta los movimientos de sus manos para luego imitarlos. Me va más o menos bien y avanzo. La señora Marta por su parte, aprendió rápido y ya ha terminado su telar. Ahora ayuda a quienes van más lentas, a quienes les cuesta más. Se va convirtiendo casi en otra “profesora”, con más paciencia, menos buena para regañar dice la Yeka. A otras, la verdad que realmente les va mal. No hay caso con sus tejidos. Tejen y destejen estancándose el tiempo entre sus hilos…
El tejido como concepto, en numerosas culturas, está unido a ideas de creación, complementación, conexión y vida. La acción de tejer representa la creación entendida como multiplicación o crecimiento a partir del hilo. A través del textil se crea una conexión íntima ligada al tiempo y su procedimiento. Una conexión con nuestros profundos recuerdos, una conexión también, mente-mano que influye, según el sociólogo Richard Sennett, en nuestra manera de elaborar pensamiento. “Las manos son las partes de las extremidades humanas que realizan los movimientos más variados y controlables a voluntad. La ciencia ha tratado de mostrar cómo estos movimientos, junto con las variadas modalidades de presión de las manos y el sentido del tacto, influyen en la manera de pensar”. Me pregunto por qué para algunas se vuelve tan difícil, por qué no logran conectar.
Para Florentina, es falta de hacer y nada más, “Quien quiere aprende”, “Haciendo se aprende”, me repite casi todos los días que hablamos. Yo le hago caso y termino mi telar. Tiene algunos errores, los veo, pero desde cierta parte se arma, como dijo la señora Florentina “a la perfección”. Esto me recuerda y retomo una vez más a Teresa Lanceta cuando habla del telar como la vida y de que los errores se asumen en el tejido, como la vida me repito. “Lo hecho, hecho está y hay que vivir con ello”. Pienso en varios errores cometidos que tengo que asumirlos.
Seguimos mientras tejiendo. Trabajamos colectiva y dialógicamente generando, no exentas de problemas pero con tenacidad, una interacción social. Trabajo colectivo en el que unas a otras nos enseñamos, nos ayudamos, mejorando nuestra habilidad en el camino y en la repetición, en el tejer para de esta manera saber-hacer.