Los habitantes del sector Las Quintas son seres es constante movimiento. Me imagino que al ser provenientes de los Pueblos andinos del altiplano, heredan ese don para el tránsito y el movimiento y hoy las familias se mueven desde las alturas a la ciudad; habitando varios pueblos, de la misma manera que anteriormente los grupos familiares debían moverse por el altiplano, para juntarse con otros grupos, dedicarse al comercio e intercambio, o según la época del año, cumplir con diversas labores agrícolas. Lo nómade viene de sus entrañas, tiene que ver con estas más antiguas forma de vivir.
La gran mayoría de los núcleos familiares tienen cultivos agrícolas o ganaderos en el altiplano, en distintos pueblos que conforman la comuna de Colchane. A su vez tienen una casa en sector Las Quintas (Pozo Almonte), y en Alto Hospicio (Iquique), lo que significa que su vida se conforma en torno al tránsito entre estos espacios. Imagino otras interpretaciones; como que estos tres espacios representan a su vez pasado, presente, futuro. O que estos tres espacios de determinan a su vez por un orden etario o generacional; una primera generación nacida hace más de 60 años en cualquiera de los pueblos de Colchane, una segunda generación nacida hace alrededor de 20 a 40 años en Pozo Almonte, luego de que sus padres migraran y una tercera generación nietos de la primera generación que nacen también en Pozo Almonte pero que por situaciones de estudio o trabajo viven en Alto Hospicio y que muy probablemente tendrán a sus hijos e hijas en este lugar.
Vinculando este modo de transitar el mundo con este hilo generacional que une pasado presente y futuro, puedo también observar un traslado constante de la memoria viva del territorio, en un tipo de ruta de transformación o transición.
A su vez, el orden estatal no ha dejado de influir en esto. En primer lugar porque debido a diferentes circunstancias económicas y políticas y también ecológicas y geopolíticas; es que este movimiento de población indígena ha ido en aumento. Muchas familias han sido erradicadas de su lugar de origen por la minería o han debido migrar debido al crecimiento de las grandes ciudades. De esta manera el estado promueve diversos programas de los que estas familias son beneficiarios, que promueven directamente este traslado a las cercanías o periferias de la ciudad. INDAP, CONADI, PUENTE promueven programas que, de una u otra manera, son uno más de los muchos factores que llevan a estas familias a moverse y modificar donde y cómo viven su territorialidad. Estos programas ayudan a estas familias y al mismo tiempo son uno de los muchos factores que posibilitan dicho movimiento socio cultural. A pesar de los beneficios a los que la gente accede, no podemos negar que las familias, al ser intervenidas por estos programas de apoyo o fortalecimiento, han ido perdiendo el vínculo con su lugar de origen.
En el común de los casos la historia se repite, con matices más, matices menos, cada historia cambia, pero la receta para optar a estos beneficios estatales es muy similar. La Mujer Aymara es dueña de casa, artesana, agricultora y comerciante. Por lo general en vez de casarse de manera formal, establecen acuerdos con sus parejas, con el propósito de poder postular a un subsidio habitacional. De esta manera cada uno postula a una casa de manera individual. Además son propietarios de sus tierras heredadas por sus familias que históricamente se dedican a la agricultura y a la ganadería. Este sistema económico tradiciones es muy bien complementado por orden económico acorde a los nuevos tiempos; muchas de las familias complementan sus ingresos con la adquisición de máquinas pesadas o transportes, facturando en algunos casos altos montos de servicios prestados a las mineras o a empresas comerciales de la ciudad. El núcleo familiar se complementa y trabaja perfectamente de manera asociativa y comercial, recibiendo ingresos adicionales desde muchos frentes. Sin duda en la ciudad una mujer aymara nunca se va a morir de hambre, siempre se la va re buscar y se la va a jugar.
En el día a día, la vida que va construyéndose dentro de este mundo aymara actual es muy dinámica. Eso lo veo porque desde que estoy aquí me ha sido muy difícil poder llegar a ellos en mi espacio de trabajo; que en este caso es el sector de Las Quintas. Estos días me he acercado a sus casas para hacerles llegar la invitación a la actividad de mediación y en la gran mayoría no se encontraba en su hogar, por lo que tuve que dejar la invitación pegada en sus puertas.
Este es un trabajo territorial que se centra, como decía, en lo que sería el propio sector de Las Quintas, como su espacio, su territorio, su lugar. Sin embargo, el acceso a las conversaciones, a las historias, a los encuentros con estas familias se ha dado tanto en Las Quintas, (ya sea en el sector de las chacras, como en otras partes de Las Quintas o del mismo Pozo Almonte) como en los pueblos del altiplano (cuando he ido a recorrerlos por ejemplo al ir a la feria de la frontera), es por eso que no puedo decir que solo las quintas sea su lugar. Ellos habitan este espacio, aquí llegaron por necesidad. Las familias pueden haber sido erradicadas por diferentes razones, sin embargo la sangre y la tierra tiran, porque desde el altiplano, hasta la ciudad; todo ese amplio espacio constituye su territorialidad.