En el norte de Chile todo tiene un ritmo más pausado, al que afortunadamente no ha sido difícil adaptarnos, de a poco vamos viendo cómo se van tejiendo redes colaborativas y algunos procesos van tomando forma, y otros mutan para seguir un curso inesperado.
El fin de semana previo a navidad un grupo de gente, principalmente niños y jóvenes que asistieron a la localidad, se articularon para subir agua hasta los calvarios, de forma manual, nos conectamos en cadena para lograr llevar hasta la cima la mayor cantidad de litros de agua posible, la que será mezclada con el adobe y el cemento para dar forma al calvario San Santiago que es el que se encuentra destruido en su totalidad.
Días previos yo había asistido a visitar los calvarios con don Gregorio Guaglia, allí él pudo constatar el estado de estos, y la magnitud de la destrucción del calvario Santa Ana , que desde abajo parece estar en buenas condiciones, pero están todos sus cimientos trisados. Don Gregorio me contaba que él no subía hasta el lugar desde 2005, que fue la última vez que se restauraron posterior a un terremoto, en ese entonces él y otros comuneros como don Eugenio Apata, se encontraban bien de salud y podían subir sin problemas a realizar los trabajos de restauración, labor que hoy en día les resulta imposible.
Con mi compañera de residencia adquirimos los materiales para que el trabajo grueso de restauración colaborativa de los calvarios se ejecute los días 4, 5 y 6 de enero, muchas personas de la comunidad están comprometidas en su participación, en distintas instancias, desde alimentación hasta trabajo pesado de llevar los litros de agua restante y materiales necesarios, y los entendidos en la materia de construcción en adobe se dedicarán a dar forma a estos altares que son parte importante del patrimonio material y de la identidad del pueblo.