A veces cuesta encontrarnos como si reunirnos implicara un sacrificio. No hay tiempo. Nunca hay tiempo. Más cuando nos encontramos, disfrutamos y agradecemos ese momento. Nos descubrimos, o más bien, nos re-descubrimos.
Hace unos días nos reunimos con la Comunidad Mapuche-Huilliche de Punta Auco, con quienes nos costó concretar un encuentro a pesar de ser a una de las primeras comunidades que llamamos al iniciar la residencia, y con la que hicimos primeros contactos, acompañándolos al palín, por ejemplo, cuando estábamos recién llegados. Sin embargo, reunirnos todxs a dialogar sobre una posible colaboración concreta en/con la residencia, nos costó bastante tiempo. Punta Auco es una comunidad con muchas actividades y es que claro, es una de las antiguas en esta localidad, y la señora María Isabel, su presidenta, es una mujer fuerte y muy “movida”. En nuestro encuentro la semana pasada, discutimos bastante sobre qué podíamos y queríamos hacer juntxs, concluyendo finalmente que podríamos hacer también un cerco. Esta vez, a la entrada de su ruca, como muestra de aquella tradición antigua que daba la bienvenida.
Habrá entonces que intentar coordinarnos en los tiempos y acciones con los diversos colectivos que estamos trabajando, tarea ardua y compleja para el tiempo que tenemos. Cuando uno llega a las localidades para la residencia, más allá de la experiencia, siempre cree y tiene la “secreta esperanza”, de que sus habitantes serán capaces de unirse y trabajar por una misma causa, en un bien común. Sin embargo, las historias son muchas y las disputas aún más. Cuesta juntar las diversas sensibilidades, y es que al final, en este caso al menos, encima Pargua es también tan grande (con alrededor de 169km2) que se vuelve toda una odisea trasladar y reunir a sus habitantes. Por lo mismo es que nos trasladamos nosotros, de lugar en lugar, de rincón en rincón, intentando trabajar con todxs quienes lo desean sin restricción, intentando aportar en cada sector al menos, con una buena conversación.
El tiempo sin embargo apremia, al menos para mí. Es temporada de siembra y las melgas de papas y fresas enverdecen este inmenso jardín.
Estamos prácticamente en la mitad y, todavía, nos queda mucho por tejer en este lugar.