Estos días han sido emocionantes además de movidos como siempre. Hemos hecho tantas cosas y recibido tanto cariño que no sé por dónde empezar.
En resumen: hemos estado en casa de la señora Marta grabándola y conociendo la playa que está en las cercanías de su hogar, un lugar bellísimo que te invita a la calma y a disfrutar. Unos días antes nos fuimos a Colaco con las hermanas Oyarzo (Maritza, Angélica y Lorena, más Ani y la familia de esta última) a mariscar. ¡Sacaron una cantidad de navajuelas! y hasta unos camarones grandes aparecieron al escarbar en la arena. Además, hemos cruzado a la Isla Huapi-Abtao que es parte de esta localidad, a la cual se accede en pequeños botes volviendo así a navegar. Huapi-Abatao es una isla pequeña en la que se respira paz. Poco visitada, genera que sus habitantes al ver a desconocidos se acerquen curiosos a preguntar. Estuvimos ahí de charla con su gente que no sólo es curiosa, sino también muy cariñosa y que nos ha dejado invitadísimos para sus fiestas en febrero. A propósito de fiestas, ya empezaron las costumbristas en el sector, así que dimos una vuelta por la de Chayahue que fue la primera en aparecer.
También hemos estado de despedidas y trabajando con Mualikan. Con ellxs decidimos hacer un curanto final, que nos reencuentre y que nos permita avanzar en nuestro libro disfrutando del cariño. Una comida de “despedida” de la residencia, pero de bienvenida, estoy segura, a una hermosa y larga amistad.
Aquel día amanecí coja porque algún insecto me picó en la rodilla tan fuertemente que tuve que ir a la posta. Aun así, nada impidió ir a nuestro gran curanto final en la casa de la señora Maritza, que la comunidad en su conjunto preparó. Ani y Vale, sus hijas, fueron ese día mis ayudantes, al menos hasta que la señora Angélica me dio una crema milagrosa que me ayudó con el dolor. Hombres habían pocos, una vez más, tengo la sensación de que las mujeres son quienes sacan la cara y ponen todo el ñeque en las diversas organizaciones. Igual el tío Lopo y Juan Carlos fueron los encargados de hacer el “hoyo”, que más tarde sacó toda la picardía de la mujer del sur y del campo.
Así en medio de tallas, calor y, como siempre, muchas risas, comimos y disfrutamos del sol y la amistad que nos acompañó todo el día. Pero, más allá de que sí, una vez más hemos estado comiendo, estuvimos también trabajando, lo que nos llevó a rememorar en colectivo tantas historias y recuerdos de lo que la vida para cada unx de ellxs ha sido. Relatos que nos compartieron sobre una mesa y que serán los que, en resumen, colocaremos en nuestro librillo para lo cual estuvimos grabando.
La verdad es que este fue un día emocionante, de esos que se quedan en el corazón. De palabras lindas y regalos, de abrazos, brindis y de calor humano. Nos dijimos lo mucho que nos queremos y lo mucho que nos extrañaremos. Y es que es verdad, con el Seba extrañaremos mucho este lugar, así es que esperamos volver muy pronto pues no nos despedimos de verdad, solo es una pausa tras la que nos volveremos a encontrar.