C.B: Tratar de terminar una residencia en época de fin de año es complejo. No solo la atención y energía se dispersa entre los sucesos festivos y las cuentas regresivas, sino también la entrada del verano en una ciudad de temporadas duras como lo es Linares, genera aún más complicaciones. Esa comunidad que buscamos y encontramos en jóvenes y mujeres, en estas fechas no solo se vuelca a la familia y sus asuntos, sino también al trabajo de temporada que le permite enfrentar un mejor invierno. Turnos ingratos de 12 horas, que comienzan a las 4 de la tarde y terminan a la madrugada sin dar espacio de ocio ni respiro, rutinas de trabajar y dormir, armando el packing para la fruta cosechada, amigos que solo logran ver a sus madres 5 minutos al día, sin descanso. Madres que padecen la inercia y el estrés de sus hijos e hijas y sus particularidades, para quienes la ciudad no ofrece alternativas una vez terminada la época escolar.
Frente a este panorama, la idea del arte colaborativo se vuelve fútil. Que levante la mano quién no ha tenido esta crisis cada cierto tiempo.
Aquí es cuando el apañe de aquellos y aquellas que insisten en hacer, que se dan el tiempo para juntarse, estampar, estar y comenzar a despedirse, se vuelve invaluable. Extraño también, porque sabes que el enemigo es estructural y difícil de enfrentar en solo tres meses. Cuando descubres que ya en julio del 2017 habían anunciado la reapertura de la Casa de la Cultura en Linares, pero aún sigue abandonada, cuando comienzas al fin a vivir la cotidianeidad y los pesares del territorio ¿Cómo le llamas a eso? ¿Cómo se enfrenta eso?
M.D: La pobreza y falta de oportunidades condicionaron históricamente a esta ciudad a un individualismo sobreviviente junto a depresiones colectivas. La hegemonía imperante dictada por dueños de industrias y afuerinos con capital ($) se aprovechó de estas mentes fuertes, cuerpos cansados y almas desesperanzadas, e impuso estas formas conservadoras (sin opinión, solo acato) de relacionarnos. Me pregunto ¿somos tan pobres y desafortunados o simplemente nadie nos enseñó a vivir de una forma menos tortuosa? Linares sigue siendo el pueblo colonial que dio vida y refugio a tantas batallas. Hoy por hoy se sigue luchando contra los tiranos, no por tierra, respeto ni oro, al contrario, se lucha por una felicidad inmaterial, que cuando llega (dicen) rompe con esta estructura generacional de pobreza, con la vida de catálogo impuesta por la caja idiota, con este fascismo y machismo cultural que tanto nos representa, rompe con el Linares colonial y nos vuelve a nuestra propia independencia, líquida, feroz y mórbida, pero nuestra.
C.B: Podríamos establecer que a veces lo que hacemos es más un Arte Paliativo, palabra que viene del “Palliatus” y que puede traducirse como “tapado por un paño” (te apaño), que sirve para atenuar o suavizar los efectos de una cosa negativa, como un dolor, un sufrimiento o un castigo.
M.D: El arte paliativo es una expresión humana inmanente de la colaboración, refleja un tipo de relación que nace del contexto y de sus participantes; es apalear, refugio, amor, llanto, aplausos y despedidas. Involucrar la propia creación artística en este proceso colectivo se convierte en una vorágine de conocimientos, compartir es el hecho que transmuta el proceso (siempre desde la horizontalidad) creativo, rompe con la estructura dada y crea este modelo homuncular, dotado de vivencias con explosiones emocionales y viscerales. Pasarán los años y seguiremos existiendo, seguiremos sufriendo y seguiremos riendo. Estemos donde estemos llevaremos en nuestros corazones esta terapia alternativa que proviene del bien común llamada arte colaborativo a.k.a paliativxs.
Escrita por ConsuBanda y Mauricio Dionizio (Escritores Ocultos)