¿Qué es el sentido de comunidad? ¿Y el bien común?
¿Quiénes son, quiénes conforman la comunidad? ¿Cuándo nos volvemos parte de ella?
¿Quiénes son sus protagonistas? ¿Cómo nos representamos? Y, ¿qué lugar tienen en ella los individuos de a pie o anónimos y, las figuras públicas?
Estas son algunas de las interrogantes que nos planteamos cuando realizamos una obra de arte colaborativo, inmersas en un territorio en el que nos vinculamos, relacionamos y dialogamos con la comunidad que habita, comparte y distribuye los roles de este espacio. Preguntas que nos hacemos a lo largo del proceso y que, cuando se empieza a acercar el final, a veces sus posibles respuestas entran en conflicto.
Estos días me he estado preguntando bastante sobre ello y, en base a las cosas que nos van sucediendo, hemos estado también conversando algunos de estos temas con las pocas personas que conforman el grupo con quienes hacemos la residencia. Uno de los temas sobre los que más dialogamos, tiene que ver con esta idea de bien común y comunidad que creemos que en este lugar se ha ido perdiendo, ya que el individualismo abunda, así como la competencia, la espera de recompensas y los deseos de sobresalir obteniendo un beneficio personal a mediano plazo. Algo en todo caso, no tan alejado de la realidad nacional.
Si una comunidad es un grupo de personas que comparten elementos como un espacio, una geografía, un idioma, ciertas costumbres, visiones de mundo, tareas y roles, así como una identidad que en principio es compartida, elaborada y socializada entre sus integrantes, entendemos por lo mismo, que esta se une bajo la necesidad de mejorar, de conseguir un objetivo específico u obtener un bien común y compartido, es decir, aquello que suponemos es beneficioso para todos quienes habitan ese territorio. Pero esto no es siempre así…
Y ahora que la residencia entra en fase final y que pasaremos pronto a instalar la obra en el espacio público, ese lugar dentro del territorio que está “cargado” por los encuentros y desencuentros de la vida social comunitaria y que son los que hablan acerca de la misma, nos encontramos más patentemente de cara con los conflictos, las disputas y apropiaciones en torno a ello, los cuales nos llegan desde diversos frentes. Es decir, que nos encontramos con los deseos de algunas y algunos por sobresalir y sacarse la foto junto a la obra fruto de la residencia, a pesar de que nunca han estado en el proceso, de que nunca han pasado frío trabajando, ni se han ensuciado, ni tomado una sola molestia o preguntado cómo vamos, si acaso necesitamos algo, ni mucho menos han compartido un minuto de su tiempo a conocer el trabajo realizado por esa comunidad que tanto proclamamos.
Reflexionar en torno al imaginario creado sobre los conceptos esbozados, sobre la distribución de los roles y del poder dentro de las comunidades, sobre las formas de gobernanza que tenemos las y los ciudadanos complejizando la noción de comunidad, pertenencia e identidad compartida, me parece que se vuelve importante y necesario en aras de que podamos construir de mejor manera ese bien común que se supone todas y todos anhelamos.