Continuamos las jornadas de sábado con las Hilanderas. Esta vez nos comentan que la sede de Camahue, donde nos reuníamos hasta entonces, no se puede ocupar por estar haciendo arreglos. Rápidamente cambiamos el lugar y conseguimos la sede de San Miguel, la cual es mucho más grande, está mejor equipada y tiene mayor flujo de personas al encontrarse al lado de una iglesia.
Tejemos, las mujeres conversan y están casi todas las participantes. Nos damos cuenta que en la medida en que van componiendo estos cuerpos tejidos, ellas comienzan a denominarles “muñecas”. En ese momento pensábamos en cómo se relaciona un cuerpo construido por ellas a escala real con una muñeca. Fue una relación que no habíamos hecho, pero que ellas tienen incorporada por el imaginario de la zona, donde en su infancia las muñecas de las niñas eran tejidas. Decidimos entonces cambiar el término con el cual nos referíamos a estos cuerpos, pero reflexionando entorno a lo que implica este desplazamiento. La forma que tenemos de entender las muñecas chilotas tiene una cierta carga de inmovilidad al tener sus extremidades pegadas al cuerpo: piernas unidas entre sí y brazos pegados al torso. Estos cuerpos, en cambio, están siendo construidos como una imagen de ellas mismas, una reflexión textil de sus propios cuerpos de mujeres campesinas, artesanas. De ahí que la estructura que sostiene este tejido está hecho de madera y pernos, lo que le da movilidad a las extremidades y al resto del cuerpo.
Es interesante cómo ellas mismas amplían la forma de entender esos cuerpos-muñecas, ahora móviles, articuladas, que pueden adoptar diferentes posiciones y representar acciones, ya lejos de la figura pasiva e inmóvil de la muñeca chilota tradicional. En el desarrollo del proceso no hablan sobre hacer sus órganos más íntimos como vulva o senos expuestos, y siempre propusieron hacerles ropa. Hemos percibido cómo hablan sobre hacerles cintura, busto, moldear una figura “ideal”, delgada, blanca, con características de un estándar de belleza hegemónico. Entendemos que estos patrones son consecuencia de la negación identitaria que han sufrido los pueblos originarios en nuestro territorio, generándose hacia sí mismas un intento de reproducir ese estereotipo. Se unen dos tipos de opresión: ser mujer y ser indígena-campesina. Conversamos, comentamos que por lo general las muñecas no tienen mucha movilidad y que nosotras no somos así, no nos representa. El paso de pensar estos cuerpos de pasivos a activos abre una enorme gama de posibilidades no solo a nivel creativo-poético, sino de la forma en que ellas tienen de verse como lo que son: mujeres trabajadoras, activas, creadoras y con el poder de decidir, de articular su propia vida en un contexto difícil, una isla en donde los índices de alcoholismo en los varones es alto, al igual que la violencia intrafamiliar.