Y llegó el día.
El día tan esperado de poder hacer entrega a la comunidad de la obra que hemos estado realizando aquí en Puerto Williams bajo esta residencia de arte colaborativo. El día de cierre, el cual hemos decidido a última hora, una vez terminado todo el trabajo ya que no queríamos tener que otra vez suspender la presentación debido a no alcanzar a terminar bajo las condiciones climáticas propias del lugar. Así que por lo mismo, lo decidimos rápido, tras dos días de trabajo intenso en que aprovechamos el sol que tuvimos, esforzándonos el doble, en jornadas de más de 12 horas trabajando en el lugar de montaje para finalmente conseguir terminar todo lo que quedaba. De ahí que terminamos muy cansadxs y adoloridxs de espalda, aunque el esfuerzo coincidimos en que mereció la pena.
Una vez la obra quedó lista y pudimos disfrutarla, tanto de día como de noche iluminada, la emoción nos sobrecogió y llenó de alegría, ya que, a pesar de todo lo malo que nos pudo pasar, de todos los problemas que tuvimos en el camino y del frío intenso que vivimos, hemos salido adelante y ello ha valido la pena. Hoy tenemos gracias a ello, a nuestro esfuerzo compartido y colectivo, una obra de arte en Puerto Williams. Una instalación lumínica en la localidad más austral del planeta que da la bienvenida frente al Canal Beagle y la majestuosa cordillera, ahí en el lugar en que arriban las centollas y las personas. Una obra hecha con trampas de centolla recicladas que hemos recuperado y restaurado, formando una serie de mundos que van in crescendo, pensando con ello metafóricamente, en los diversos mundos e identidades que habitan y conviven en Williams. Los mismos que cuando llegué todos me explicaban que eran diferenciados y que del todo no se mezclaban, pero que son quienes deben remar en una misma dirección, para hacer de este territorio un lugar mejor. De esta manera y de la mano de este objeto local, tal vez identitario, que abunda por las calles, mares y costas de todo este archipiélago como imagen de lo propio del territorio, hemos ido pensando la diversidad del mismo y de su comunidad. Así, las trampas que hemos ido reciclado y restaurando, fueron también modificadas en su malla, la cual hemos también cambiado, tejiendo/cosiendo una nueva a la superficie de la trampa que hemos pintado manualmente color plata: ese plateado que nos recuerda el color de las montañas cada vez que están nevadas. Ese color por las mañanas que al mirar hacia los cerros, hacia los “dientes”, aparece junto a un tenue rayo de sol que se refleja en la nieve generando ese color plata. En esta obra que ha quedado en la localidad, esperamos que para siempre, todo en ella tiene un significado, siendo además de lo anterior, un reconocimiento también a los pescadores artesanales, aquellos que pescan la centolla y el centollón en estas frías aguas y que representan la principal actividad local de trabajo y subsistencia (tras los servicios públicos como ya había comentado).
Así que, para la presentación final de la obra, el debut público de la misma, hemos organizado una pequeña inauguración de manera de relevarla y de hacer entrega de ella, en la que invitamos a todas y todos quienes durante estos tres meses de alguna manera nos han acompañado, así como colaborado en alguna tarea. También a las autoridades locales del Municipio, Gobernación y Armada, y por supuesto a los dueños de casa, los pescadores artesanales que nos invitaron a colocar en su muelle esta obra, así como amigas y amigos que nos acompañaron.
La verdad es que ese día fue muy emocionante porque llegó mucha más gente de la que esperábamos. En este lugar las convocatorias suelen ser reducidas y sin embargo, nos acompañaron las y los vecinos en este día de emociones y festejos en el que por supuesto, en pleno acto, se puso a llover en medio de un frío viento. Pero bueno, ya aprendí que así es Williams, así que a ello nos adaptamos y aguantamos en el acto.
Una de las cosas más bonitas a destacar en esta presentación y que ahora quiero que quede también aquí escrito, es agradecer a todas y todos quienes colaboraron en los procesos y trabajos de esta residencia, pero, sobre todo, agradecer a Pamela y José por haber hecho posible que lográsemos realizar y acabar esta obra, quienes tuvieron los ánimos, el empuje, las ganas de hacer algo para la comunidad, y no abandonarnos simplemente porque les gusta aprender, vivir nuevas experiencias y colaborar. Así que una vez más, gracias Pame y José!!! Porque fueron el viento fresco que me dio ánimo cuando parecía que íbamos nuevamente a cambiar el plan y/o naufragar.
Gracias también a Kate por siempre estar dispuesta a ayudarnos en lo que necesitáramos, a pesar del poco tiempo por tus múltiples trabajos, por estar siendo un apoyo a diario. Gracias también especialmente a Sebastián que desde que llegó al territorio fue para mí también, no solo en lo profesional, sino en todo, un tremendo y necesario apoyo. Gracias Maurice, Katy, Solange, José Luis, Cheito, Negro. Gracias Melany, gracias Vales al cuadrado, Luis y trabajadores de Salfa por ayudarnos. La verdad es que siempre hay tantas personas a las que agradecer (y a las que desagradecer también) que por lo mismo, dejo una lista con los nombres de quienes de alguna manera de esta residencia fueron parte.
Además de entregar la instalación que queda en la comunidad, este viernes, inicio del último mes del año, hemos presentado también el tráiler del video que hemos estado haciendo a la par todo este tiempo. Aquél en que se recoge el proceso llevado a cabo, las entrevistas a algunas personas claves de la comunidad elegidas de entre los nombres que nos dieron (ellxs mismxs para que les grabásemos) y, de las navegaciones entre los tiempos que hemos hecho por esta comuna y su impresionante archipiélago. Tras ello, disfrutamos de un pequeño coffe que organizamos, y posteriormente, vinieron un par de días de ordenar el viaje de partida. De despedirnos, una y otra vez de nuestros nuevos seres queridos. De comer un poco de mar juntxs, de reírnos y de disfrutarnos. También tuvimos nuestra navegación con la Armada hasta el mítico Cabo de Hornos (que nos recibió con sol y hasta nos bronceó, a pesar de que en promedio son solo 10 días de sol al año!), el viaje tan esperado donde hemos podido acompañarlos en el cambio de familia que habita por un año este remoto lugar, haciendo soberanía. Imágenes que hemos podido registrar pero que también muchas de ellas nos guardamos en nuestra memoria, porque son tan intensas que se vuelven imposibles de traspasar.
Subirnos a los botes de regreso al barco dejando sólo un matrimonio con dos pequeñas niñas que habitarán de ahora en adelante este lejano, el más lejano y aislado, de los lugares del mundo despidiéndose con sus manos, fue una de las imágenes más potentes y emocionantes que he vivido. Cabo de Hornos, donde chocan los océanos, donde naufragan los barcos, donde el viento te golpea, una isla inmensa, un paisaje grandilocuente que nos hizo sentir diminutos frente a la naturaleza.
Me he alargado mucho en esta entrada y lo siento, pero así son los finales y esta fue una semana realmente intensa, de debuts y despedidas, de fuertes emociones positivas y negativas, y también de reflexiones para con la experiencia vivida.
Finalmente decir que, a pesar que esta residencia fue compleja y de que en mi vida ha sido unos de los lugares más difíciles para trabajar, creo que haber vivido esta experiencia realmente me ha cambiado como persona y como artista. Si bien hubo aquí muchos momentos en que lo pasé mal, en que sentí tristeza, en que conocí la cara más fea de algunos funcionarios públicos y de las falencias y fallas del sistema, en que noté los efectos del clima y del aislamiento como nunca sobre mi cuerpo, no me arrepiento de haber elegido, de haber soñado alguna vez con estar en estas tierras y mares en los que ahora queda un pedacito de mí rodeado de aves frente al canal y la cordillera. No me arrepiento de haber estado en el confín (aunque muchos me digan que para qué fui allí), porque pude conocer a personas maravillosas con las que compartí importantes momentos y experiencias, y porque pude cumplir dos de mis grandes sueños de la vida: llegar a ese lugar que se pierde en los mapas, el lugar en que se unen los océanos destruyéndose las fronteras, donde los vientos te golpean a más de 200km, y en el que más que el faro con la casa-base del Alcamar no hay nada pero está todo, y conocer de cerca, compartir, aprender y querer a la Abuela. Porque mientras construimos la obra con las trampas, mientras grabamos a los habitantes de la comuna y su paisaje, fui cada semana, al menos dos tardes, a tejer y pasar el tiempo con la Abuela Cristina, aprendiendo no sólo cestería yagán, sino que pudiendo conocer un poquito más de su cultura, de la cultura de un pueblo originario que en nuestro país ha sido tan poco valorado. Así que me quedo contenta por el trabajo, la experiencia y los procesos vividos, y solo un poco triste por despedirme de ella, de la Abuela, así como de todas y todos quienes ahora forman parte de mi vida, quienes se suman a todxs de quienes he aprendido algo en algún momento de ella, a todxs quienes navegan junto a mí, me encuentre donde me encuentre.
GRACIAS!
Pamela Cáceres José Vásquez Katerina Alvarado
Abuela Cristina Calderón Maurice Van de Maele Cecilia Mansilla
Pamela Tapia Martín González Katherin Olivares José Naranjo
Solange Araos José Alfredo Barría y Negro Elke Schüttler Héctor Soto
José Luis Paredes Melany Villalobos Valentina Fernández
Silvana Quelin Eugenio Calderón Valentina Uribe Jorge Quelin
Carlos Barría Ricardo Traba Paola Speake
Erwin Nelson Inostroza Jaime Godoy Luis Pacheco
Trabajadores de Salfa