Las caminatas y conversaciones con las personas que hemos estado, nos hacen pensar, valorar, y sentir al mar como un gran ser vivo que entrega parte de sí, con las y los recolectores que nos hablan del mar como sustento alimenticio que les proporciona variedades de algas, peces y moluscos, donde se ven bandadas de aves a la par también en busca de su alimento, donde también se ven infinidades de amaneceres y puestas de sol variando sus tonalidades cada día, casi siempre acompañados de viento. Nos hacen saber que el mar es una base importante para su estilo de vida. Encontramos un libro que habla sobre el agua como una sustancia fundamental creadora de vida, haremos referencia a un breve extracto de este:
“Y como en los tiempos antiguos podrás dormir en el mar”
Paul Éluard, Les nécessités de la vie.
Comenzamos por amar la naturaleza sin conocerla, sin verla bien, realizando en las cosas un amor que está fundado en otra parte. Luego se la busca en detalle porque se la ama en masa, sin saber por qué. La descripción entusiasta que damos de ella es una prueba de que la miramos con pasión. Con la constante curiosidad del amor. Y si el sentimiento por la naturaleza es tan durable en ciertas almas es porque, en su forma original, está en el origen de todos los sentimientos. Es el sentimiento filial. Todas las formas de amor por una madre. La naturaleza es para el hombre ya mayor, nos dice Marie Bonaparte, “una madre inmensamente ensanchada, eterna y proyectada en el infinito”. Sentimentalmente, la naturaleza es una proyección de la madre. En especial, agrega Marie Bonaparte: “El mar es para todos los hombres uno de los mayores y más constantes símbolos maternales”. Edgar Poe ofrece un ejemplo particularmente claro de esta proyección, de esta simbolización. A aquellos que objeten que Edgar Poe niño bien pudo encontrar directamente las alegrías marinas, a los realistas que desconozcan la importancia de la realidad psicológica, M. Bonaparte les responde:
El mar-realidad no bastaría para fascinar por si solo a los humanos. El mar canta para ellos un canto en doble pentagrama, el más alto de los cuales, el más superficial, no es el más encantador. El canto profundo… es el que desde siempre ha atraído a los hombres hacia el mar.
Ese canto profundo es la voz maternal, la voz de nuestra madre:
No amamos a la montaña porque sea verde o al mar porque sea azul, aunque atribuyamos a esas razones nuestra atracción, sino porque algo en nosotros, en nuestros recuerdos inconscientes, ha surgido siempre y por todas partes de nuestros amores de infancia de esos amores que tendían en primera instancia a la criatura, en primer lugar a la criatura-abrigo, a la criatura-alimento que fue la madre o la nodriza…
“El agua y los sueños”, Ensayo sobre la imaginación y la materia de Gaston Bachelard.