Cuando termina nuestro trabajo formal de residencia, a mediados de Diciembre del año pasado, nos reunimos con la compañía Teatro Container a reflexionar acerca del proceso que acabábamos de finalizar. Sentados alrededor del fuego de un brasero, ya extrañando el humeante fogón de la ruca y los cielos infinitos del sur, volvemos a los cerros iluminados del puerto de Valparaíso. Y entonces caemos sobre una pregunta fundamental, una idea que brotaba una y otra vez en las diversas ramas de nuestras conversaciones, a lo largo de todos estos meses: ¿Cómo podemos plantear un trabajo de colaboración, que se sostenga en el tiempo y que profundice un diálogo que es todavía incipiente?
Es a partir de lo anterior, que decidimos postergar un tiempo el cierre formal de la residencia, para poder generar encuentros y visitas al territorio, con el fin de evaluar el proceso – desde el resultado del trabajo audiovisual hasta las metodologías utilizadas – y en conjunto con la comunidad, proponer líneas de acción para una futura colaboración. Son específicamente dos visitas de 3 a 4 días, realizadas por diferentes miembros del equipo, que tienen cabida en el mes de Enero. La primera visita se realiza desde los días 8 al 12 de Enero, y la segunda desde el 24 al 27 del mismo mes.
En una primera instancia, tengo la oportunidad de colaborar con la escuela de cinematografía Mapuche, Aylla Rewe Budi, un espacio de experimentación audiovisual fundada por miembros de la comunidad de Llagepulli y Malalhue, en conjunto con colaboradores Canadienses, de la provincia de Quebec. Esta escuela tiene por objetivo ahondar en la interpretación del mundo desde una visión mapuche, utilizando el lenguaje audiovisual como medio de expresión.
Sin duda, participar y colaborar con esta escuela fue una gran oportunidad, ya que me permitió conocer un poco más a la comunidad, en otra instancia, y realizar un aporte desde mi experiencia profesional. Es a partir de estos momentos de encuentro donde se generan diálogos a veces inesperados, sobre todo cuando uno está presente en el territorio, sin ya la gran responsabilidad de esperar resultados concretos. Digo esto con plena conciencia de haber sido beneficiado por un proyecto que sin duda genera un gran aporte en el trabajo comunitario. Sin embargo, nos parecía muy importante generar estos encuentros / visitas, en que pudiéramos compartir y examinar los resultados, habiendo ya realizado todas las actividades programadas en el proyecto. La retrospección es una visión que nos parece importante.
Durante estas visitas, tuvimos más tiempo para visitar otros espacios que durante el período de residencia, y en la vóragine del proyecto (hay que considerar que en nuestra residencia trabajamos en dos localidades distintas y distantes entre sí, Hualpin y Llaguepulli) no habíamos tenido el tiempo de detenernos y observar. Es así como recorrimos la escuela (espacio donde trabajábamos todas las semanas!) y pudimos conocer su historia y evolución. Nos detuvimos en los huertos y fuimos hablando y examinando especie por especie, desde sus características hasta su uso culinario y/o medicinal. Asimismo, tuvimos tiempo para jugar un largo partido de fútbol al atardecer, junto a los niños que ya no estaban en horarios de clase, y la campana o el timbre ya no eran una preocupación.
En una segunda instancia, cuando Nicolás visitó la comunidad durante Febrero, se pudo continuar el diálogo que hemos intentado mantener, donde proyectos de intercambio cultural se van gestando. Asimismo, y luego de dejar los productos audiovisuales por las distintas casas de los participantes, Nicolás extendió la invitación a la comunidad para asistir al Festival de Teatro Container, a realizarse durante el mes de Marzo del presente año.
Volvemos a vivir a Valparaíso, pero la huella del sur queda latente. Consideramos muy importante mantener esta relación y diálogo con la comunidad de Llaguepulli, no sólo desde la lógica de intercambio cultural en relación a obras y eventos (aunque también sea esto importante), sino también desde el intercambio de visiones respecto a nuestras formas de vivir la vida. El pueblo mapuche tiene una cultura riquísima que nosotros apenas alcanzamos a vislumbrar. Y, por otro lado, nosotros, desde el mundo del arte y las posibilidades infinitas que las diferentes disciplinas nos ofrecen, tenemos también algo que decir. Nos interesa mantener este diálogo y hay que trabajar para que así sea.