BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: El lugar de mis cuerpos Teodoro Schmidt, La Araucanía - 2017 Residente: Centro Cultural Teatro Container
Publicado: 14 de diciembre de 2017
Licenciatura y despedida en Escuela Kom Pu Lof

El pasado martes desmontamos la muestra de la ruca. La compañía volvió a Valparaíso y yo me quedé. Cómo ha sido la lógica de todo este tiempo de residencia, colaboradores vienen y van y yo permanezco en el territorio. Sin embargo, estos no han sido días de soledad. Pensaba aprovechar martes y miércoles para ir cerrando el proceso de residencia. Realizar el trabajo de evaluación junto a la comunidad y, por qué no, después de semanas de mucha intensidad, descansar un poco y recorrer los caminos junto al lago con mayor tranquilidad. Sin embargo, no pasó nada de eso. Días antes de la muestra en la ruca, conocimos a Ifi, una canadiense que, junto a Juan Rain, un realizador local y fundador del proyecto, realizan una escuela de cinematorgafía todos los veranos. Este verano, debieron adelantar el trabajo. Comenzaban sus grabaciones junto a los niños esta semana. Me pidieron ayuda y yo, por supuesto, no me negué. El martes nos reunimos por la tarde, y el miércoles en la mañana ya estábamos grabando en la playa…

Hoy es el último día de escuela. Me invitaron a la graduación, o licenciatura, y me pidieron sacar fotos. Fue una ceremonia especialmente emotiva, ya que un niño de la escuela, Matías, quién se graduaba este año, está gravemente enfermo en el hospital de Temuco. Los niños se gradúan y deben partir lejos de sus hogares, a los liceos que se encuentran en las ciudades. De alguna manera, deben salir de la burbuja, y partir lejos, como sucede muchas veces en la vida. Sin embargo, me pregunto el porqué de esta especie de migración forzada. ¿Por qué la educación está solamente en las ciudades? Es sólo este un tema de recursos, o no responde esto también a un lógica extractivista? De los campos y los bosques, obtenemos los recursos naturales, pero también a su gente, a su juventud.

Termino de escribir esta bitácora, mientras converso con una señora mapuche, de ojos claros (verde azulados), mientras ambos almorzamos. Alguien me pregunta si voy a ir al guillatún del fin de semana, pero yo respondo que me voy a Santiago. La señora junto a mí, me dice, con cierto dejo de tristeza, que ella ya no asiste a los guillatunes. Pero que antes siempre fue, que eran lindos ¿Por qué ( le pregunto) ya no va a los guillatunes? “Es que ahora soy evangélica, me dice, no podemos nosotros ir a esas cosas…”

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