Nos reunimos en la sede que fue nuestra casa. Las dirigentes vecinales de las dos poblaciones donde trabajamos, no estuvieron ausentes. No por nada, constatamos, estas mujeres son reconocidas como las verdaderas forjadoras del bienestar en sus poblaciones. Nuestro equipo de trabajo, que se fue consolidando de forma fluida, abierta, tolerante y muy empática, estuvo presente en su integridad este día de agradecimientos y despedidas. Niñas, niños, jóvenes, adultos, mujeres y hombres, familias grandes y pequeñas; todos juntos expresando la diversidad de personas que componen Villa Santa Rosa. A la señora Modesta Vilches la fuimos a ver ese mismo día antes de la reunión. “Estoy mirando el juego”, nos decía en aymara que no comprendimos, se enojó porque no habíamos aprendido lo suficiente de su lengua, es grande su esperanza de que la gente aprenda, nos dice, es fácil, es hermosa, es una lengua finita, dulce…nos dijo…¿qué juego? nos seguíamos preguntando…a lo lejos, a casi un kilómetro, en una cancha de fútbol se movían unos puntitos, cuánto podía llegar a ver y a comprender de este espacio de vida tan singular la señora Modesta, nunca lo sabremos. Dos murales realizados por Luis, uno en cada sede, como señal de reciprocidad, darán cuenta al menos en parte de este mundo. Otra parte del proceso quedó registrado en un foto-libro que Ernestina, en una edición única y artesanal, nos envió para compartir en nuestra última reunión. La biblioteca está lista para seguir itinerando por distintos lugares, llevando este mensaje de unión y de transformación que construimos juntos, la quebrada está limpia y en ella florecen nuevos sueños: los saberes ambientales de los vecinos se empiezan a colocar en práctica en este nuevo espacio recuperado, gracias a la fuerza y porfía de Noelia, que no se detuvo hasta que estuvo cada árbol, cada flor en su lugar. Ahora los vecinos seguirán adelante con estas creaciones, haciendo florecer las quebradas y la imaginación en medio del desierto.