Producto de una infección estomacal y una complicación respiratoria, resultado de la exposición a la contaminación ambiental del lugar donde habitamos, nuestra salud se ve deteriorada.
Tomando antibióticos y con la urgente necesidad de respirar aire menos contaminado, pasamos en Iquique un fin de semana. El Faro, es un hostal pequeñito cerca de la playa, en un par de días recuperamos fuerzas. Se vuelve duro residir en un espacio donde la contaminación del agua, la tierra y el aire es extrema. Más duro es sobrellevar la evidencia de que en este país a “los pobres” se les posterga, aísla e invisibiliza. No existe en Alto Hospicio un plan de descontaminación, ni de reciclaje coherente con la magnitud del problema, y la forma en que la Municipalidad ha manejado la basura ha creado unas enormes montañas donde se revuelven escombros y desperdicios de todo tipo. Estas montañas de basura rodean toda la periferia de Santa Rosa, La Ex Negra. Si no logramos en el tiempo que dura esta residencia abrir una puerta al desierto junto a los vecinos, al menos denunciaremos, haremos pública una realidad oculta, haremos que el dolor y el clamor de sus habitantes se difundan. No hemos venido hasta aquí para adornar una realidad lacerante, problematizar no será solo encerrarse a conversar sobre estos problemas entre cuatro paredes, nosotras podemos bajar a Iquique a reponernos, a respirar aire marino, a nadar, mientras muchas vecinas y vecinos quedan en sus casas enfermos. La salud pública no asumirá la raíz de la enfermedad y diagnosticará gastroenteritis, bronquitis, asma. Recetará omeprazol, salbutamol, dipironas, mientras la basura se sigue acumulando en torno a las casas, cada vez más altos estos muros, estas montañas de desidia.